sábado, 19 de diciembre de 2009

HUASIPUNGO - Jorge Icaza


 Título: Huasipungo 


Autor: Jorge Icaza Coronel (Quito, Pichincha, 1906; Quito, Pichincha, 1978)
 

Año de publicación: 1934
 

Edición: Cátedra, Letras Hispánicas, 6ª edición, 2005 


Páginas: 255, introducción + esta edición + bibliografía + Huasipungo + vocabulario




Como muchos escritores de su generación, Jorge Icaza vio en sí mismo y en sus obras una consecuencia final de las transformaciones que el liberalismo había introducido en el Ecuador en las primeras décadas del siglo. Con su obra, parece sumarse a quienes pretendían hacer de la literatura una manifestación de la lucha de clases, un arte proletario al servicio del proletariado internacional, cuyos mejores representantes en la sierra ecuatoriana eran los indios y otros sectores populares.
Huasipungo es una pieza fundamental en el desarrollo de la narrativa indigenista andina. El indio que aparece en ella no es un indio mítico, sino un indio acosado por una naturaleza hostil y por los tradicionales abusos de los latifundistas. Junto al indio aparece el cholo, víctima del blanco y verdugo del indio.

Si hay una novela ecuatoriana cuya fama ha trascendido más allá de la República del Ecuador (siempre dentro de unos círculos especializados), esa es “Huasipungo”, de Jorge Icaza. La prueba está en la edición que he leído, publicada por una editorial española, la prestigiosa Cátedra, dentro de la colección Letras Hispánicas. Para que una obra sea publicada dentro de esta colección deben darse una serie de requisitos muy exclusivos, y esos se dan en la novela de Icaza.

Alfonso Pereira es un hacendado holgazán que malvive en Quito de las rentas de sus tierras que tiene medio abandonada en Cuchitambo. Cuando las deudas le vencen se ve obligado a instalarse en ella y hacer una serie de acondicionamientos que la hagan más atractiva para unos compradores norteamericanos Estos trabajos son realizados por los indígenas que viven en sus tierras, a los que trata como ganado. A lo largo de toda la novela somos testigos de la ignominia que el indio ecuatoriano ha tenido que sufrir desde tiempos inmemoriales a manos de terratenientes, sacerdotes y tenientes políticos, además del desprecio que por ellos sienten indios y cholos (Icaza denuncia un sistema de castas encubierto en el Ecuador rural, donde el porcentaje de sangre blanca en un individuo marca su status social y donde los indios son los intocables).
Al que haya leído anteriores artículos de este blog (en concreto este) le sonarán estos argumentos. Desde luego “Huasipungo” no es la primera novela indigenista que se escribió en Ecuador, pero su impacto fue tal que transformó la narrativa del país durante décadas. Fue como decirles a los ecuatorianos: “Dejaos de fantasías de progreso y modernidad. Esta es una realidad, está sucediendo aquí y ahora y no podemos seguir mirando hacia otro lado”. Sus contemporáneos del oficio no pudieron más que hacer eco con sus palabras.
Hablemos ahora de lo que nos podemos encontrar en estas páginas. En el primer fragmento (esta novela está compuesta por episodios sin numerar) nos presenta al hacendado. Icaza tiene el buen tino de no plantear al villano como un macho arrogante y poderoso acostumbrado a que su palabra sea ley, galopando por el páramo fusta en mano para corregir a sus esclavos. En lugar de eso Alfonso Pereira se comporta como un hombre apocado y débil de carácter que se ve obligado a actuar contra su voluntad acosado por las deudas. Una vez en su hacienda Pereira da buenas muestras de su complejo de inferioridad comportándose ante la indiada como un auténtico hijo de la gran puta (aunque nunca da la cara, para eso tiene a sus esbirros). Por supuesto no es Pereira el único villano de la historia, que también lo son los cholos amayorados que trabajan de verdugos al servicio del patrón-grande-su-mercé, y el mayor cabronazo de todos, el cura del pueblo, un tipejo sórdido para el que cualquier desgracia es una oportunidad para hacer negocio (Icaza subraya con este personaje una lacra endémica del país desde los tiempos de la colonia, el desorbitado poder que tiene la iglesia católica). Por otro lado tenemos a las víctimas de este sistema feudal, los indios. Estos no aparecen retratados con clichés del buen salvaje ni son héroes al uso, pues el autor los pinta tal cual él los ce. Aunque no es esa la intención de la novela Icaza es honesto y no duda a la hora de relejar los defectos de Andrés Chiliquinga, el protagonista. Nos encontramos así ante un individuo que maltrata a su pareja cuando se siente frustrado, que tiene terribles accesos de mal humor, que roba y mata cuando se siente obligado a ello. Pero es el héroe, es el que sufre las mayores injusticias de todos, y nos podemos sentir identificados con su lucha.
Sobre la estructura de la obra diré que me ha parecido irregular. Es cierto que el lenguaje de los personajes ha sido muy cuidado, respetando al máximo las expresiones y formas de hablar de los indios (mucho mejor que lo que hizo Joaquín Gallegos Lara el “Los guandos”; si bien es cierto que es sencillos perderse en sus parlamentos y hay que recurrir a menudo tanto al glosario del final como a las notas de pie de página). El problema mayor es que la trama no avanza con fluidez, falta una unidad en los temas. Se le nota a Icaza su inexperiencia afrontando una novela cuando supedita la construcción de la misma a su afán de denuncia, empalmando cuadro tras cuadro sin dar prioridad a una historia concreta. Entiendo la intención del autor y que esta obra tenía una prioridad por encima de su valor estético, pero enfocándola fríamente como literatura puede perder bastantes puntos. Eso sí, acaba dónde y cómo tiene que acabar.
Ya por último quisiera señalar un par de cosas. La primera es una escena que me hizo especial gracia por estar calcada al final de la película “Bienvenido, mister Marshall”, de Luis García Berlanga (todo aquel que la haya visto la podrá identificar de inmediato). La otra es que, después de leer “Huasipungo” puedo entender aún mejor, si cabe, las razones de la rebeldía del protagonista de la novela anterior, Naún Briones.

Puntuación: 93/100
 
Posdata. Como me gustó el anuncio que hice en el último artículo, lo voy a convertir en costumbre. Dentro de dos semanas hablaré de "El éxodo de Yangana", de Ángel F. Rojas.

Descarga directa  HUASIPUNGO  Jorge Icaza

domingo, 6 de diciembre de 2009

POLVO Y CENIZA - Eliécer Cárdenas

Título: Polvo y ceniza

Autor: Eliécer Cárdenas Espinosa (Cañar, Cañar, 1950)

Año de publicación: 1979

Edición: Eskeletra editorial, primera edición, 2001

Páginas: 350, 22 capítulos

Polvo y ceniza no es únicamente la ficción aventurera de un bandido, sino una novela de estructura cerrada, con ruptura lineal y temporal y buen manejo técnico del tema, en torno a la vida, pasión y muerte de un héroe popular mítico, el bandolero Naún Briones, quien se convirtió en tal al rebelarse contra una situación socioeconómica injusta e intolerable del agro austral ecuatoriano. El comportamiento de él, del protagonista: aterrador con los hacendados y caritativo con los pobres, cabida tuvo en la sensibilidad y el entendimiento de la población desposeída, por lo que luego de la muerte lo transformó en leyenda. y Eliécer Cárdenas, con su brioso y austero soplo narrativo, con su estilo de espontánea belleza y su percepción intimista, hizo de esa leyenda una novela realista y perduble.

Lo primero que voy a comentar sobre “Polvo y ceniza”, de Eliécer Cárdenas, es algo que nunca antes he comentado sobre ningún otro libro: la portada. Personalmente me parece uno de los mejores diseños de portada que he visto, y los he visto muy buenos.

Bueno, ya he hablado del continente, paso a hablar del contenido. Tal y como aparece en el texto de contraportada (he de confesar que en realidad no lo he sacado de la contraportada, donde sólo aparece la foto del autor, sino de la solapa) esta novela trata sobre la vida, la muerte y la leyenda (sobre todo la leyenda) de Naún Briones, un mítico bandido lojano que campó por las tierras fronterizas entre Ecuador y Perú durante la primera mitad del siglo XX. Su popularidad fue enorme por sus actos, propios del buen bandido (a nivel internacional su figura podría compararse a la de Robin Hood, pero los lectores españoles verán más similitudes con el bandolero de ficción Curro Jiménez). Naún Briones fue un bandido que cargó con muchas muerte a su espalda pero más que por ambición personal actúo por su manera de entender la justicia social, arrebatando los bienes a los terratenientes y hacendados para repartirlos con los desheredados (para remarcar más su nobleza Cárdenas hace coincidir a su protagonista con los Quiroz, los sanguinarios bandidos de la provincia de Cañar cuyo impulso era el odio y que no tenían más fin que la destrucción; o con el Águila Quiteña, ladrón de guante blanco cuyo arte le convierte en una personalidad en la capital).
Toda la novela está construida como un enorme caleidoscopio en cuyo centro se encuentra la figura del bandido. Así, aunque la mayoría de los capítulos narran, en tercera persona (donde a menudo se entremezclan las reflexiones en primera persona de los personajes) las escenas más importantes de la vida de Naún Briones (estos capítulos no están ordenados temporalmente, sino que se suceden según el autor los necesita), estos se encuentran salpicados por otros más cortos donde se nos muestra la leyenda vistas desde diferentes prismas (hay un capítulo genial, el titulado “Voces”, que está compuesto por pedazos de canciones y testimonios actuales de los habitantes de Loja, algunos de los cuales rechazan directamente lo narrado en el libro diciendo que Naún Briones no existió nunca o fue desde un simple cuatrero a un asesino despiadado). He de aplaudir al autor por la construcción de la novela pues, a pesar de su estructura de puzzle el lector nunca se siente frustrado ni se perderá entre los fragmentos. Cada capítulo (no sé si es válido llamarlos capítulos; ya que he comparado la obra con un puzzle será mejor que los llame piezas), cada pieza está escrita con un estilo claro, con un ritmo preciso y con un lenguaje extraordinario. Las reflexiones de los personajes, no sólo las del héroe, también las de Chivo Blanco, Pajarito, Víctor Pardo, los Quiroz o el Mayor Deifilio, son profundas, terribles y lúcidas. Cuando las lees sabes que un bandido analfabeto no se expresaría de esa forma pero todo encaja con el tono de la novela. Porque esta no es en ningún caso una obra realista ni pretende serlo. En muchos fragmentos se codea con el realismo mágico (Jesucristo es un anciano ciego que deambula por los caminos tocando el tambor), aunque yo la clasificaría mejor como el western que le hubiera gustado escribir a Borges (no es una afirmación gratuita; el estilo me recordó mucho al cuento que escribió el argentino dedicado a Billy el Niño) Pero es, sobre todo, un homenaje a un personaje, Naún Briones, cuya figura transciende gracias a Cárdenas, que convierte una leyenda local en una gloria nacional.
Otro acierto del autor (y van…) es que se libera de la tentación de hacer trampas y no convierte a Briones en un modelo impecable de justiciero dentro de un mundo corrupto. También nos cuenta esa etapa de su vida en la que se convirtió en un mercenario contratado por un cacique para sofocar las revueltas de sus peones. De acuerdo que posteriormente se redime, pero la traición a sus principios permanece. Eso lo hace más humano.
Hay muchos más aspectos dignos de encomio, como lo excepcionales que son todos los personajes /es increíble el trabajo que se debe haber tomado Eliécer Cárdenas al respecto, pues no hay uno sólo del que podamos decir “A este ya lo conozco de otro sitio”) o lo adecuadas que son siempre las ambientaciones y el buen hacer en sus descripciones, pero es que todo me gusta de esta novela, de la que soy rendido admirador. Si quisiera buscarle los tres pies al gato el único defecto que soy capaz de localizar sería la mala puntuación del texto, que parece que ha sido aliñado con un salero lleno de comas. Pero eso lo considero un error de edición y no hace incómoda la lectura.
“Polvo y ceniza” es lo más parecido a un best-seller que se ha publicado en Ecuador, pero su éxito es muy merecido.

Puntuación: 97/100

Posdata. Aprovecho para anunciar que el ritmo de publicación de los artículos va a pasar a ser desde ahora bisemanal. Es que si no, no doy abasto. Así pues, dentro de dos semanas colgaré, por fin, el post de “Huasipungo”.

Descarga directa POLVO Y CENIZA Eliécer Cárdenas

sábado, 28 de noviembre de 2009

EL ESPEJO Y LA VENTANA - Adalberto Ortíz


Título: El espejo y la ventana

Autor: Adalberto Ortíz Quiñonez (Esmeraldas, Esmeraldas, 1914; Guayaquil, Guayas, 2003) 

Año de publicación: 1967

Edición: Editorial El Conejo, primera edición, 1983

Páginas: 222, 21 capítulos

ADALBERTO ORTIZ (Esmeraldas, 1914) es un novelista que nace y se hace, va conformándose de un libro a otro. Así, tras su celebrado Juyungo, el gran na-rrador esmeraldeño robustece su expresión para construir, en dos planos sabiamente manejados, un mundo que supera el realismo lineal de la década de los años 30 y se sumerge en una "lógica del horror", como subraya Le Monde, que dibuja la decadencia de una familia mulata emigrada a Guayaquil, pero también la lucha —sensual, a veces, dolorosa siempre, en otras cínica— de Mauro Lemos, su personaje protagónico. El interior sicológico (el espejo) y el exterior social (la ventana) se fusionan en esta historia intensa que amplía, sin ninguna duda, el ámbito novelístico de Ortiz.

Hoy me va a tocar utilizar en este artículo un recurso que ya he empleado unas cuantas veces antes. Me refiero a ese de: “Cuando comencé a leer este libro pensaba que sería de esta forma por esto, por esto y por esto., pero la verdad es que me ha sorprendido gratamente por esto otro…” No es en absoluto original (de hecho ya lo utilicé en el post anterior), pero es rigurosamente cierto y se adecua a lo que tengo que decir sobre “El espejo y la ventana”.

Resumen:
Esta es la historia de una familia con tierras que se ven obligados a huir de la ciudad de Esmeraldas cuando esta es bombardeada por las fuerzas liberales y su hacienda arruinada. Mientras los varones se quedan en la tierra para intentar recuperar su fortuna, las mujeres se instalan en Guayaquil, donde malviven en un pequeño departamento de un barrio marginal. Allí el pequeño Mauro crece, va aprendiendo cómo funciona el mundo y llega a convertirse en el líder de una pequeña revolución.
Dicho esto he de confesar que comenzar este libro me daba una pereza insuperable. Por un lado se debe a que anteriormente ya había leído la novela más conocida de Adalberto Ortiz, Juyungo, y, sin ser la obra maestra de Alfredo Pareja Diezcanseco, me resultó pesada (evidentemente le voy a dar una segunda oportunidad: próximamente en este mismo blog; ahora sigan disfrutando con el artículo). Por otro lado basta con leer el texto de contraportada para que uno se haga la idea de que “El espejo y la ventana” se trata de otra novela de denuncia social, donde nos narra el duro día a día de los explotados (en este caso los protagonistas son mulatos, de forma que también iba a aparecer denuncia racial). Los ricos son perversos, torturan a los pobres y beben sangre de niños en sus misas negras mientras bailan la Macarena (no se me ocurre una canción que simbolice mejor el Mal en estado puro). Por su parte los pobres son gente virtuosa que vive permanentemente sometida a los caprichos de los poderosos, pero sin perder nunca la dignidad.
Vamos a ver, entiendo que esas historias son necesarias pero, no nos engañemos, muchas veces su calidad literaria es discutible.
“El espejo y la ventana” no es así en absoluto. Yo la considero una novela psicológica que sigue la escuela de Dostoievski o Baroja pero trasladándola a un entorno que conoce. En ella el autor se abre la piel y se muestra a sí mismo, muestra cómo las circunstancias son las que forman la identidad del hombre. Esta no es una obra de personajes estáticos, que son meros testigos de su realidad. Mauro Lemos, así como el resto de su familia, sufre la Guayaquil de principios del siglo XX, la vive, la respira, la mastica y, a su vez, es masticado por ella. Nada es gratuito. Todo ocurre porque los personajes necesitan que ocurra. Daré un ejemplo. En toda la novela aparece el tema racial en muy contadas ocasiones (cuando Mauro es pequeño una mujer prohíbe a sus hijos que jueguen con él por ser negro). Si esto ocurre el personaje reflexiona sobre sí mismo, sobre su condición, y a otra cosa, mariposa. Adalberto Ortiz no da la murga durante páginas y páginas hablando de lo duro que es pertenecer a una minoría. Y podría hacerlo, porque sabe de eso, pero prefiere que la historia avance.
Esto último es lo más acertado de la novela. La historia avanza, siempre fluye. Hay un capítulo terrible, uno en el que habla sobre la tía Delia (no daré más pistas pero el que lo haya leído lo recordará). Te consigue poner los pelos de punta en cuanto te das cuenta de los que está pasando. Cualquier otro autor se regodearía en ello y haría que la vida de los protagonistas diera un vuelco a raíz de este suceso. Pero Ortiz no. Él entiende que, por muy terrorífica que sea una experiencia la vida es demasiado vasta para que la afecte realmente. Y la historia avanza, una vez más. Así se explica que en sólo doscientas veinte páginas se nos narre la vida entera de un personaje y de la gente que lo rodea sin que el lector sienta que le están escatimando pedazos importantes.
Cada capítulo está compuesto de dos partes, la del espejo, que es una reflexión interior muy lírica, y la de la ventana, que es donde se narra, en tercera persona, la historia de la familia. Contrastan porque, mientras que en la parte del espejo el autor desata su lenguaje (el estilo es muy barroco, deliberadamente oscuro y recargado), la parte de la ventana conserva un estilo claro y directo, impecable. Está bien repartido ya que el espejo abarca unas diez líneas y la ventana es el grueso del capítulo, que suele ser de unas diez páginas. Si la proporción fuera diferente este libro sería insufrible (le tendría que cambiar el título y llamarlo “Las pequeñas estaturas”; lo siento, es que me cabreó mucho).
Pero no es perfecta la novela. Es una lástima que Adalberto Ortiz, que tan adecuadamente mantiene el ritmo de la narración durante los capítulos previos, al final se le desboque y acabe precipitadamente. Podría haber añadido un par de capítulos más para que el relato siguiera su curso natural y acabara cuando tiene que acabar. Esta es una apreciación personal y, si es lo único negativo que he podido encontrar, la valoración, por fuerza, no será menor de:

Puntuación: 93/100
Descarga directa EL ESPEJO Y LA VENTANA Adalberto Ortíz


sábado, 21 de noviembre de 2009

LOS GUANDOS - Joaquín Gallegos Lara & Nela Martínez


Título: Los Guandos

Autor: Joaquín Gallegos Lara (Guayaquil, Guayas, 1911; Guayaquil, Guayas, 1947)
Nela Martínez Espinosa (Cañar, Cañar, 1912; La Habana, Cuba, 2004)

Año de publicación: 1982
Edición: Editorial El Conejo, segunda edición, 1983

Páginas: 319, presentación+2 partes+vocabulario

NELA MARTÍNEZ (Cañar) y JOAQUÍN GALLEGOS LARA (Guayas) fueron una síntesis, una fusión durante un lapso importante de sus vidas, como compañeros y luchadores sociales. Y continúan siéndolo (Costa y Sierra, indio y montubio, hombre y mujer) en este libro –Los guandos- en el que dos discursos narrativos aparentemente (y realmente) opuestos por largos años –el realismo social de la década de los años 30 y la manera más profunda de decir y contar de las promociones posteriores- se unen para conformar un solo corpus novelesco que desmiente, en sí y por sí mismo, toda una polémica en que padres y parricidas nunca dejaron de amarse. El indio desde adentro, entonces, como ser y accionar, en esta espléndida novela.

El libro del que hoy hablaremos es “Los guandos”, escrito al alimón entre Joaquín Gallegos Lara y Nela Martínez. Lo primero que conviene hacer es explicar en qué consistió la redacción de esta novela, pues el mero hecho de estar escrito a cuatro manos es algo que a mí me pone bajo alerta, por lo menos. La historia de la literatura (la historia que yo conozco, que no me he leído todos los libros del mundo) ya tiene muchos ejemplos de experimentos semejantes, en los que dos autores diferentes trabajan a la vez en una misma obra. Alguno ha salido bien (ahora mismo sólo me vienen a la cabeza las colaboraciones entre Borges y Bioy Casares que, sin tener la calidad de las obras propias de cada uno de ellos, son muy recomendables), pero la mayoría ha dado un resultado desastroso. Supongo que eso se debe a que cuando un proyecto es dirigido por dos mentes independientes cada una de ella tiene que sacrificar parte de sus ideas, de su talento narrativo y de su estilo para poder acomodarse a las ideas, el talento y estilo de la otra. Por otro lado, no nos engañemos, la forma de escribir de un hombre y una mujer es demasiado diferente como para que la fusión de ambas no de cómo resultado un caos. Eso era algo que me preocupaba de esta novela, más aún habiendo leído antes a Gallegos Lara, quien tiene un estilo muy definido. Afortunadamente mis peores expectativas no se han cumplido.

“Los guandos” es una novela que empezó a escribir Joaquín Gallegos Lara en 1935. Tras definir la estructura y redactar los primeros capítulos, envía el manuscrito a Nela Martínez para que lo guarde, con la intención de retomarla y completarla más adelante (es digna de alabanza esta edición, pues reproduce una copia de la carta que envía Gallegos Lara a Nela Martínez). El guayaquileño fallece prematuramente y “Los guandos” se pierde durante cuarenta años. Cuando Nela Martínez lo vuelve a encontrar asume que tiene la deuda de terminar la obra de su amigo.
Por todo ello esta novela tiene dos partes muy definidas. La primera, la más corta, escrita por Joaquín Gallegos Lara y la segunda escrita por Nela Martínez empleando la planificación de su compañero pero siendo fiel a su propio estilo. “Los guandos” está escrito por dos autores pero está formado por dos novelas, dos novelas relacionadas en el tema pero independientes en muchos otros aspectos.
Dicho esto hablaremos de la obra en sí. Luego regresaré al tema de las dos novelas en una.
“Los guandos” es una novela que podríamos inscribir en la corriente indigenista que se dio en la literatura ecuatoriana durante la década de los treinta y cuarenta, corriente que estuvo abanderada por “Huasipungo”, de Jorge Icaza. Esta novela es un alegato por la dignidad del indio, raza siempre vencida en el Ecuador desde el establecimiento de la colonia. Además funciona como denuncia a la explotación del hombre por el hombre y a la cruel opresión a la que se ven sometidos los indios por cholos y criollos.
La historia trata sobre un joven heredero de una buena familia cuencana quien, para medrar en política, decide organizar un guando con el que transportar un enorme generador eléctrico que podrá iluminar toda la ciudad de Cuenca. Para definir qué es un guando podemos utilizar el glosario que aparece al final de la obra:
Transporte de grandes cargas en andas sobre los hombros. Los indígenas han sido los únicos guanderos del país.
Hay que mencionar que, aunque las dos partes que conforman la novela están contando las mismas historias, estas son muy diferentes entre sí. En la primera parte da la impresión de que Gallegos Lara pretendía construir una novela más al uso. Presente varios personajes y varias historias que se desarrollan alrededor de la principal, la de la contratación del guando. Nela Martínez, por su parte, a lo que da énfasis es a la denuncia social. Es cierto que recoge todos los cabos sueltos que aparecen en los primeros capítulos y los deja atados, pero mientras algunos los ata al vuelo y luego se olvida de ellos (las historias en torno al contratista, Roberto Recalde: su noviazgo, el vicio de su hermana, su relación con Enrique Hidalgo o su propia ambición), a las historias de los indios les da una mayor importancia. En el capítulo VI de la segunda parte vemos cómo la autora nos narra toda la expedición del guando, entre la estación de tren de Huigra, donde está la maquinaria, y Cuenca. Es un capítulo muy largo y muy bien escrito, con el que realmente consigue transmitir la impotencia de los indios ante las continuas vejaciones e injusticias que sufren a manos de cholos y criollos. Al leerlo me quedó muy claro que este es el capítulo con el cuál había decidido Joaquín Gallegos Lara para finalizar la novela, pues resulta muy conclusivo para todas las sub-tramas. Sin embargo Nela Martínez añade cuatro capítulos más que apenas guardan relación con lo narrado anteriormente, capítulos en los que se explica cómo Pablo Faicán se convierte en el mesías de los indios de Ecuador.
En general diré que es una novela, un duplo de novelas, muy recomendable y que cumple a la perfección su objetivo. Si algo podemos achacar es una cierta irregularidad en los capítulos de la segunda parte, ya que en ocasiones se pone tan poética que se vuelve demasiado densa, cosa que no ocurre en los primeros episodios. Pero igualmente se lee muy bien.

 
 
Puntuación: 73/100

Descarga directa  LOS GUANDOS  Joaquín Gallegos Lara & Nela Martíne

sábado, 14 de noviembre de 2009

HISTORIAS ESPECTRALES - Edgar Allan García


Título: Historias Espectrales

Autor: Edgar Allan García (Guayaquil, Guayas, 1959)

Año de publicación: 2006

Edición: Alfaguara, serie Roja, primera reimpresión, marzo 2007

Páginas: 140, prólogo + 15 cuentos + estudio

Luego del enorme éxito conseguido por Leyendas del Ecuador, aquí está lo que podríamos llamar una continuación para lectores jóvenes y adultos. En esta ocasión, Edgar Allan García ha logrado recrear espacios y personajes que a más de uno le pondrá la piel de gallina y le helará la sangre, por lo que recomendamos que la mayoría de estas historias no se lean de noche, ni mucho menos a solas, a menos que se consideren muy valientes.

Los mitos, leyendas y cuentos de este libro, y su intensidad, son una gran enseñanza sobre el Ecuador profundo, alimentado desde siempre de magia y misterio. Estamos convencidos de que este libro se convertirá en un verdadero clásico de la literatura infantil.

Hoy me toca comentar el último de los libros de relatos de los que me traje de mi reciente viaje a Quito. Todos los libros ecuatorianos que comentaré desde ahora hasta dentro de bastante tiempo serán novelas. Y el broche con el que cerraré este ciclo (ciclo que abarca “Leyendas y tradiciones quiteñas”, “Novelitas ecuatorianas” y “Estampas de mi ciudad”) es inmejorable. El libro del que voy a hablar a continuación me ha parecido el más ameno y el más regular.

“Historias espectrales” es una colección de cuentos cortos, ambientados en distintas localizaciones dentro de la República del Ecuador (considero un gran acierto el situar cada uno de ellos en su correspondiente lugar antes de comenzar cada historia), en los que se narran leyendas populares. La colección en sí está dedicada a un público juvenil aunque no por ello se debería esperar que el autor se haya comedido con la atmósfera. Un claro ejemplo es el cuento titulado “El Supay”, digo heredero del mejor Lovecraft. Sí es cierto que aunque un fondo tenebroso fluye bajo la superficie de la mayor parte de los relatos García esquiva mostrarnos imágenes truculentas o situaciones realmente desagradables. Por ello, aunque en determinados momentos podemos sentirnos agobiados por la ambientación de algún cuento determinado (he de volver a referirme a “El Supay”; además de ser el cuento más largo es el más escalofriante y conseguido), hemos de decir que no son relatos de terror. Y me queda claro que no lo son porque el autor no lo ha querido. Si hubiera decidido desarrollar las historias por ese camino seguro que lo habría podido hacer, aunque la calidad del conjunto de la obra habría mermado.
“Historias espectrales” se puede considerar la continuación directa de la obra que dio a conocer al autor al gran público: “Leyendas del Ecuador”. No puedo hablar mucho de ese libro porque no lo he leído, pero lo conozco porque hay colgadas en la web unas grabaciones de audio que son, ni más ni menos, narraciones/representaciones de algunos de los relatos del libro mencionado. Para mí fue bastante como para que me sonara el nombre del autor (un nombre muy fácil de recordar y muy apropiado, pues su estilo a la hora de escribir recuerda bastante a Poe). Por lo que he podido comparar “Leyendas del Ecuador” e “Historias espectrales”, los cuentos que aparecen en este último parecen descartes del anterior, los cuales, por su temática, merecieron figurar en una obra diferente. Porque, si bien lo que diferencia ambos libros es que en el primero se cuentas leyendas más generales de estas tierras mientras que “Historias espectrales” está dedicada a aquellas que tienen relación con lo sobrenatural (algunas, que el último de los cuentos, “Bella Aurora”, sólo nos muestra cómo eran los festejos taurinos en el Quito colonial), el nexo de unión es la forma tan particular de narrar y reescribir las tradiciones populares que tiene Edgar Allan García. Uno de los cuentos que escuché de “Leyendas del Ecuador” es el titulado “El Yavirac”. Me resultó una historia muy interesante, un ejercicio de imaginación en el que el autor fusionaba elementos y formas tomadas de “Las mil y una noches” con el ambiente propio del fin del incario. No fue hasta después que me di cuenta que lo que me había contado García en ese cuento era la popular tradición de “La olla del Panecillo”, una de las más conocidas del Ecuador.
Lo mismo ocurre con esta obra. Sólo hay que buscar un poquito para encontrar que la base de los cuentos de este libro están ahí, que desde hace años se asustan a los niños de Zámbiza con la aparición de la Piedra yumba o que todo el mundo sabe que entre los muros de alguna vieja casona el Alamor hay una mujer emparedada esperando que la encuentren. La virtud del autor está en construir un clima de fábula alrededor de sus historias.
Sobre el estilo sólo pudo decir que García sabe adecuarlo perfectamente a lo que pide cada uno de sus relatos. Si el cuento está narrado por un anciano a un grupo de niños el estilo será sencillo, suave y el narrador salpicará su discurso con canciones y poemillas. Si la historia la cuentan los herederos de Naún Briones (me basta que aparezca este nombre en texto para que despierte mi interés; próximamente releeré y comentaré “Polvo y Ceniza”, de Eliécer Cárdenas, una de mis novelas favoritas), el tono será repetitivo, monótono, truculento y desordenado, como si realmente fuera un bandido analfabeto el que lo estuviera contando.
En fin, una colección de cuentos muy grata aunque algo escasa, ya que la mayor parte de ellos se despacha en un par de páginas. De hecho me gustan mucho los hiperbreves (los que están bien hechos, que algunos autores se escudan con la excusa de la economía de palabras para justificar su pereza), pero algunos de estos cuentos pedían, a mi entender, una mayor profundidad.

Puntuación: 88/100

Descarga directa HISTORIAS ESPECTRALES Edgar Allan García

sábado, 7 de noviembre de 2009

ESTAMPAS DE MI CIUDAD (QUINTA SERIE) - Alfonso García Muñoz

Título: Estampas de mi ciudad

Autor: Alfonso García Muñoz (Quito, Pichincha, 1906; Bogotá, Colombia, 1999)

Año de publicación: 1981

Edición: Autoedición

Páginas: 186. Preámbulo+23 capítulos

"...Y este es el primero de sus méritos: la agudeza y fecundidad de su espíritu observador. Cuantos han escrito sobre costumbres quiteñas populares no han pasado de una docena de artícu­los. No han encontrado más asuntos ni han pe­netrado en todos los campos de observación. Bien es verdad que, con el cambio de costumbres y con la amplitud de la ciudad tentacular, que es Quito, se han multiplicado los objetos y los temas de estudio... ".



11.. .Su vis cómica no es menos digna de en­comio. El pueblo habla en las páginas de sus li­bros, con esa abundancia de modismos que for­man lo que tiene de llamativo el folclor. Los diálogos están tomados del natural. Si el arte los puliera, como pudiera hacerlo, perderían el encanto que tiene el habla popular. El mérito está en enlazarlos en la narración de modo que no se observe que el escritor adrede los conserva con su ingenuo primitivismo, obteniendo de ellos toda la gracia que encierran.


"... Los aficionados a la lingüística, que son muchos en América y aún en el Ecuador, encon­trarán en ESTAMPAS DE MI CIUDAD un arsenal abundante para extraer modismos, giros popula­res, ecuatorianismos, quiteñismos, que son tan apreciados y que tanto se utilizan en la compara­ción de dialectos y en la depuración del idioma de Castilla.


".. .Además de este servicio a las letras sus libros presentan otro muy valioso; en ellos que­dan estampadas dramáticamente nuestras cos­tumbres. Lo que no se encuentra en las obras de historia, serias y clásicas, se hallará en ellos...".


Nicolás Jiménez
 
El libro del que hoy hablaré, "Estampas de mi ciudad" de Alfonso García Muñoz, es una colección de relatos breves de carácter cómico que pretende mostrar situaciones y personajes típicos de la ciudad de Quito. De hecho la mayoría de estos relatos rinden homenaje al famoso chulla quiteño, una figura que podríamos considerar equivalente a la del pícaro de la tradición española. Este es un individuo que se dedica a buscarse la vida. Se caracteriza por una sempiterna comicidad no exente de un fondo de amargura y por un, pese a todo, rigor ético cuyas fronteras jamás traspasa. Dicho de otra forma, es un personaje de ficción que puede estar basado en un tipo social pero que, sin duda, ha sido idealizado por la literatura, el cine y la música popular. Lo mismito que el pícaro, en resumen.

Por lo que he entendido en el prólogo del libro los relatos de los que está compuesto fueron publicados en "El Comercio", diario del que Alfonso García Muñoz era colaborador. Posteriormente el mismo autor se encargó de recopilar todos sus escritos y publicarlos en Bogotá en una colección de series (la obra que estoy comentando corresponde con la quinta serie).
No he leído ninguno de los otros libros auto-publicados por el autor pero entiendo que la selección no ha sido planificada ya que no hay unidad ni relación entre las diferentes historias más allá de que estén todas ambientadas en la capital de Ecuador y que muchos de los relatos están narrados en primera persona por Evaristo, álter ego del autor. Evaristo es un pobre diablo con ínfulas intelectuales, un hombre que intenta sobrevivir con dignidad en una ciudad que quiere conservar su esencia añeja pero que está siendo transformada por obra y milagro de San Petróleo. Esta casado con Jesusa, una mujer de la calle (en el buen sentido de la expresión, si es que existe uno malo), deslenguada e impaciente pero cargada de esa sabiduría popular que se presupone a las verduleras. En algún capítulo parece que Evaristo trabaja en una oficina, en otros que se dedica a hacer chapuzas de lo que salga y en otros que hace las veces de amo de casa y es su Jesusa la que trabaja vendiendo joyas. Suele ser un personaje sobrepasado por los acontecimientos (acontecimientos que en numerosas ocasiones tienen el nombre de su mujer), a través del cual vamos conociendo mejor el corazón que late dentro de la gran ciudad. Las pinceladas pueden ser amables en unas ocasiones, trágicas en otras, pero siempre hay espacio para la ironía y los juegos de palabras. De lo que se desprende de sus opiniones es que el autor es un nostálgico del Quito en blanco y negro. Aunque intenta asimilar los cambios con humorismos siempre queda aquel regusto de que todo tiempo pasado fue mejor.
En este libro abunda la crítica social. Todos los relatos tienen si no una moraleja sí una queja, tanto a las convenciones sociales que impiden el progreso de los ciudadanos, como de las corruptelas de políticos y gobernantes, lacra endémica en ese país. Mención aparte merecen las páginas que dedica a los caciques y tenientes políticos de las provincias en el relato titulado "Caciques de aldea", uno de los más memorables del libro. También habla de las injusticias que sufren los indios, del injusto reparto de la nueva riqueza y de los pobres que malviven en su misma ciudad. García Muñoz ofrece siempre soluciones para arreglar su mundo, unas más utópicas que otras. El problema es que el tono general de la obra puede confundir al lector y no sabe si las críticas son en serio o no. Esto es algo que a mí me pasa con los cómicos ecuatorianos. Voy a poner un ejemplo que vi una vez en un vídeo del famoso humorista Carlos Michelena y que me parece que justifica mi afirmación:
Estamos en un parque y Michelena, con la cara pintada de blanco, representa su actuación rodeado por un corro de gente. El cómico se caracteriza vagamente como un preso (no recuerdo si se pone la típica camisa a rayas o un gorro), pone voz de falsete y hace su monólogo (no soy capaz de acordarme del gag, sólo sé que no me resultó muy divertido).
El público se descojona de la risa, Michelena se endereza, se quita el disfraz y, con su propia voz, dice:
-¿Les ha hecho gracia? Claro. Se nota que ninguno de ustedes ha estado en la cárcel. Pues que sepan que la vida del preso es muy dura…
Es como si un amigo te cuenta un chiste, te ríes y el amigo te echa una bronca por reírte.
Esa sensación es habitual al leer este libro. Algunas situaciones son ingeniosas pero de alguna forma García Muñoz quiere que te sientas culpable por permitir que esas situaciones ocurran.
Vale, no creo que sea incompatible el sentido del humor con la crítica social pero la verdad es que, personalmente, estoy acostumbrado a otro tipo de humor, uno políticamente incorrecto.
Otro detalle que me canta es que a menudo repite trucos, como esos finales del tipo todo fue un sueño (que se pueden justificar en el relato titulado "Soñar no cuesta nada" pero nunca en el llamado "¡Viva el carnaval!") o las apariciones del personaje del gringo, bastante repulsivo.
Lo que no se puede negar es que el retrato que hace de Quito es muy vivo. No sólo en las descripciones sino también en la forma de hablar de sus habitantes. Me refiero a los modismos que emplea y al uso de la proverbial sal quiteña.
Este es un libro recomendable para los que quieran conocer (o recuperar) una ciudad en un período muy concreto, el de la aparición del petróleo, cuando Quito se estaba transformando a pasos tímidos en la ciudad que es hoy.
Pero el que se quiera reír con estos cuentos, ya le aviso, con "Estampas de mi ciudad" no se va a partir el ojete, no.

Puntuación: 59/100



Descarga directa ESTAMPAS DE MI CIUDAD Alfonso García Muñoz




sábado, 31 de octubre de 2009

NOVELITAS ECUATORIANAS - Juan León Mera


Título: Novelitas ecuatorianas

Autor: Juan León Mera Martínez (Ambato, Tungurahua, 1832; Ambato, Tungurahua, 1894)

Año de publicación: 1909

Edición: Libresa, colección Antares, primera edición 1999

Páginas: 253, Estudio introductorio + Algunos juicios críticos + Cronología + Bibliografía recomendada + Temas para trabajo de los estudiantes + 5 novelitas



(Novelitas ecuatorianas) pretenden reflejar una época, muestran las costumbres del lugar fielmente trasladadas y pintan seres que podrían ser el Juan de la esquina o el Pedro de la vecindad... el primer brote espontáneo de relato nacional, porque ya intenso, ya maduro, ya de mayor trascendencia, devendría en "novela de costumbres", es decir novela del lugar, relato propio.


Rodrigo Pachano Lalama


Novelistas y narradores

Hoy hablaré de un libro de relatos escrito por Juan León Mera, conocido por ser autor de, entre otras cosas, la letra del himno nacional de la República del Ecuador.

Esta obra, “Novelitas ecuatorianas”, está compuesta de seis historias. Dado que son sólo seis lo que voy a hacer es dedicar un pequeño comentario a cada una de ellas.


Entre dos tías y un tío
Sin duda este es el mejor relato de la colección. Trata de una huérfana que está al cuidado de su ruin tía. Bueno, ella y su herencia, que es hija de un héroe de la independencia. Ella está enamorada de un campesino joven y trabajador, pero pobre, por lo que su tía se opone al casamiento.
No sé hasta qué punto se puede considerar a Juan León Mera como un autor romántico (o tardo romántico, en cualquier caso), aunque es evidente que toda la obra, no sólo este relato, están muy influenciada por esta corriente. En este cuento no falta nada: el amor infortunado, los paisajes agrestes y tormentosos, la tragedia… En el momento de la lectura de este cuento me encontré leyendo a Bécquer, y eso en ningún caso puede ser criticable.


Porque soy cristiano
Con un título semejante me esperaba el típico cuento proselitista pero, afortunadamente, no es así. En esta historia nos encontramos en la época de las guerras civiles posteriores a la independencia. Un soldado enfermo es obligado a alistarse en una leva forzosa y queda al mando de un capitán chusquero que le amenaza, le agrede y le acaba mutilando. Pasa el tiempo y el ex soldado tiene la oportunidad de vengarse del capitán.
Este relato tiene moraleja, al igual que la mayoría de los que le acompañan, pero no afea mucho el resultado.


Un matrimonio inconveniente
Esta es la novela más larga y también la más difícil de leer. Y no porque sea pesada, que el autor sabe lo que hace. Es porque el tema ha quedado muy anticuado. Un hombre viudo y buen católico tiene una hija en edad casadera, la cual es pretendida por un joven galante, bien parecido y bien situado, de trato agradable y honrado a carta cabal. Sin embargo el padre no está conforme con el matrimonio por la gran lacra que tiene su futuro yerno: el susodicho es ateo. Finalmente el matrimonio se produce y la felicidad inicial se trunca con los primeros apuros económicos, ya que el yerno se derrumba al no tener un firme sustento moral donde agarrarse.
Hay que ponerse en situación para evaluar esta historia. Nos encontramos a finales del siglo XIX, donde la moral era un tema más considerado que ahora, y en América, donde incluso hoy en día la moral cristiana tiene mucho más arraigo que en el viejo continente. Pero no nos engañemos, las tesis que defiende el autor en este relato ya eran antiguallas en el momento de su publicación. Pero insisto, formalmente es impecable y ni siquiera cuando el carca del padre se enrolla en sus disquisiciones moralistas se convierte en un relato pesado.


Historieta
Las tres últimas novelitas son muy breves. En esta, a través de las palabras de un viejo indio que llevaba una existencia cómoda y que ahora malvive como siervo, nos encontramos con la tragedia de los pueblos de la serranía, ahogados por diezmos, priostazgos y la corrupción de funcionarios y curas.
Este relato adelanta lo que luego sería conocido como realismo social o indigenista, que tan maravillosamente trabajó Jorge Icaza en la inmortal “Huasipungo”.


Un recuerdo y unos versos
De este hay muy poco que decir. El propio autor (se supone que es el propio autor) nos recuerda un suceso que ocurrió hace algún tiempo, cuando ayudó a una joven enamorada a escribir un poema para su esquivo amante.
Un tanto intrascendente pero se resuelve en pocas páginas.


Una mañana en los Andes
Una comitiva, entre la que se encuentra el narrador, asciende a una elevación de los Andes accidentales para contemplar la salida del sol.
Todo el cuento es un cuadro en el Juan León Mera hace gala de sus excepcionales dotes a la hora de describir. No hay sombra de trama pero no lo necesita. Es una gozada mirar a través de los ojos del autor la magnificencia del paisaje ecuatoriano.


Estas son las novelitas presentadas en este libro. Todas ellas comparten algunos trazos comunes, como el hecho de estar situadas en los alrededores de la ciudad de Ambato, el afán de retratar las costumbres de un tiempo y un lugar, el valor ejemplarizante que suele concluir en una moraleja y su toque fatalista más propio de los autores románticos (el autor hablaba de estos relatos como de cuadros costumbristas y no me parece una definición descabellada, pero sigo pensando que estos cuentos tiene más que ver con el Romanticismo que con el Realismo).
Juan León Mera es un autor con mucho oficio a pesar de las pocas obras que nos legó. Escribe con mucha agilidad y eso hace que su obra se puede leer sin ningún problema, a pesar de lo mal que han envejecido algunos de los temas que trata. Quizás si la selección de cuentos fuera más amplia habría podido ser incluso odiosa, pero por suerte es una experiencia breve y grata.


Puntuación: 77/100
Descarga Directa NOVELITAS ECUATORIANAS Juan León Mera

sábado, 24 de octubre de 2009

ARGONAUTAS DE LA SELVA - Leopoldo Benítes Vinueza


Título: Argonautas de la selva

Autor: Leopolodo Benítes Vinueza (Guayaquil, Guayas, 1905; Guayaquil, Guayas, 1995)

Año de publicación: 1945

Edición: Clásicos Ariel

Páginas: 342, estudio preliminar + a manera de prólogo + 33 capítulos + cronología + obras consultadas + documentos sobre los que se basa esta obra

No tiene texto en contraportada

Este libro (este par de libros que en realidad conforman uno sólo) nos narra las aventuras de Francisco de Orellana, quizás el más desventurado de los conquistadores (con permiso de Núñez de Balboa). Y no nos narra sus hechos más afortunados, como la fundación de Santiago de Guayaquil y Portoviejo, si no aquel por el que aún se le recuerda pero que causó su perdición, el descubrimiento del río Amazonas.

Comienza con su salida desde la mentada Guayaquil para unirse a la expedición de Gonzalo Pizarro en busca de las tierras del Cacique Dorado y el País de la Canela y acaba con el regreso de Orellana para conquistar los territorios ribereños del gran río en nombre del rey de España. Acompañaremos al extremeño en su descenso por los ríos Coca, Napo, Aguarico y el mismo Amazonas, luchando contra el hambre, los mosquitos y las tribus hostiles. Navegaremos a través de la desembocadura de vuelta a la civilización, costeando el litoral atlántico de Sudamérica. Seremos testigo de su desesperación en España, ahogado por la burocracia cortesana de Carlos I, las intrigas de los envidiosos y la presión de los acreedores. Seremos testigos también de la transformación del héroe, de su pérdida de fe y de cómo se lanza al océano sin provisiones suficientes y sin el permiso real, llegando incluso a saquear un navío con su misma bandera para poder cruzar hasta América. También presenciaremos su desastroso final, perdido entre los meandros del río que debía ser suyo.
Este era un libro predestinado a ser leído por mí. No puedo evitarlo, me fascinan las vidas de los conquistadores españole, a pesar de que soy el primero en reconocer que son un hatajo de bandoleros crueles, salvajes, hipócritas, mentirosos, tramposos e incultos y que, con la ayuda de la fuerza, destruyeron imperios prósperos y sumergieron en las tinieblas de la esclavitud (y de la Contrarreforma, que también fue muy oscura) pueblos que antes habían sido libres. Todo esto es cierto, pero como aparece mencionado en el prólogo, las mejores novelas de caballería son las de la historia de la conquista de América. Lo tienen todo y son apasionantes.
He de confesar que tengo una manía al leer muy contraproducente, y es que me suelo leer los libros completos, de cabo a rabo. Esto quiere decir que, aunque no debería hacerlo, me leo el prólogo antes de la novela en sí y en ocasiones, sobre todo cuando no lo ha escrito el propio autor sino algún estudioso de la obra o enchufado de la editorial, está plagado de spoilers.
Este es el caso. El libro comienza con un estudio preliminar a cargo de Hernán Rodríguez Castelo donde ocurre eso. No es demasiado grave porque "Argonautas de la selva" trata sobre un personaje histórico de manera que igualmente la Wikipedia te puede reventar la historia. Pero, lo que más me sorprendió y que no había visto antes, es que en el prólogo ponen la obra a caldo. Cuando lo normal es elogiar las virtudes de la narración que se está presentando aquí el señor Rodríguez Castelo se encarga de descubrir todos sus errores. Que si abusa de las descripciones, que no recurre a más fuentes que a la de fray Gaspar de Carvajal, componente de la expedición, que si es demasiado indulgente con el protagonista, como si hubiera sido un ejemplo de virtudes... Vamos, que te pones en lo peor y se te quitan las ganas de seguir con la lectura.
Y luego la verdad es que no está tan mal. Es verdad que a Benites Vinueza le gusta mucho describir la selva, mucho, mucho, pero no son descripciones pesadas o agobiantes, tienen color y cualquiera que haya podido sobrevivir a Tolkien sobrevivirá a "Argonautas de la selva". Quizás las fuentes no sean variadas, al menos en la primera parte, pero este no es un libro de historia propiamente, así que ofrece el rigor que puedo exigir como lector. Sobre si el protagonista es plano... pues sí que lo es, qué le vamos a hacer. Pero no creo que se pueda sacar mucho más de la vida de Francisco de Orellana. Eligió mucho mejor Ramón J. Sender cuando escribió "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre".
Para mí eso fue precisamente lo peor de esta obra, el agravio comparativo con la novela de Sender (incluso con la película "Aguirre, la cólera de Dios", de Werner Herzog), la cual realmente nos presenta una aventura perfecta que además está protagonizada por un villano. Ésta si es una novela que releeré.
Estilísticamente el libro es muy clásico, cosa de esperar cuando el autor abandonó la novela y se decidió por un pseudo-libro de historia. El problema es que no consigue transmitir. El lector no se identifica con los personajes cuando están abandonados en la selva. Los ves morir de hambre pero nunca te ha dado la impresión de que lo hayan pasado tan mal (se llega a pensar que para ser soldados son bastante blanditos).
Otra cosa muy distinta es cuando, en el segundo volumen, Orellana intenta reunir una flota para conquistar sus nuevas tierras. Indigna las actitudes de un rey y un príncipe despreocupados por las colonias en Indias y que se dedican a gastar a manos llenas todas las riquezas que llegan de ultramar en las estériles guerras europeas.
Los reyes españoles, siempre ajenos a la realidad.



Puntuación: 61/100
Descarga directa ARGONAUTAS DE LA SELVA Leopoldo Benítes Vinueza

sábado, 17 de octubre de 2009

EL CAMINO DEL SOL - Jorge Carrera Andrade



Título: El camino del sol
1- El fabuloso Reino de Quito
2- La tierra siempre verde

Autor: Jorge Carrera Andrade (Quito, Pichincha, 1903; Quito, Pichincha, 1978)

Año de publicación:
1- 1959
2-1955

Edición: Casa de la cultura ecuatoriana Benjamín Carrión, Colección Luna Tierna

Páginas:
1- 175, presentación, introducción + 3 partes
2- 226, 3 partes

No tiene texto en contraportada

Hablaremos hoy de una obra que enlaza directamente con la que comentamos hace unos días, “Atahuallpa”, de Benjamín Carrión. El libro que hoy comentaremos (los libros, que está separado en dos partes; aún así nos referiremos a él en singular al haber una continuidad evidente entre ambas) trata sobre la historia de Ecuador. Al igual que en el anteriormente mencionado no se trata de un libro de historia académico. Nunca nos sentimos abrumados por la cantidad de fechas, lugares y personajes. Sólo aparecen los necesarios para que nos hagamos una idea del ambiente de la época. Todos estos datos se ven acompañados por un tratamiento literario, de tal forma que cada capítulo parece un cuento popular, como si nos lo estuviera contando alguno de sus protagonistas (eso sí, en rigurosísima tercera persona).

¿No lo había dicho? Estamos hablando de “El camino del sol”, de Jorge Carrera Andrade.
De este autor apenas conocía su reputación como poeta en Ecuador. En mi penúltimo viaje a quito compré un librito de poemas escogidos de Carrera Andrade. Teniendo en cuenta que la poesía no es lo mío y que apenas sé juzgar la calidad de un verso, he de decir que la lectura de los suyos me resultó conmovedora (sé perfectamente que esto es un tópico; si un poema me gusta es conmovedor; qué se le va a hacer, no entiendo de poesía). Hace unas semanas, cuando localicé en una librería contigua al parque de La Alameda los dos volúmenes de “El camino del sol” los compré precisamente por el tema al que se dedicaban, al ser yo un enamorado confeso de la Historia (en particular de la del país andino), sin reparar en el nombre del autor. Y suerte que fue así, pues si lo hubiera reconocido me lo habría pensado.
Voy a explicarme porque no quisiera que se me entendiera mal.
Respeto a los poetas y entiendo que a menudo quieran probar suerte con la prosa. Pero en la inmensa mayoría de las novelas que he podido leer de poetas reconocidos me he encontrado con que el autor no ha estado dispuesto a abandonar la lírica, pariendo unos pestiños considerables a medio camino entre ambos artes. Sería injusto con decir que ocurre lo mismo en el caso opuesto, esto es, grandes narradores que se estrellan cuando intentan plasmar su mundo interior a través de versos (la prueba de esto que estoy diciendo la tenemos en el inmenso Jorge Luís Borges, cuyos poemas resultan tan gélidos que se te pueden empañar las gafas al leerlos).
Pues bien, volviendo a la obra que nos ocupa, nos encontramos con que el señor Jorge Carrera Andrade ha sabido evitar casi siempre esos vicios de poeta que podrían haber empantanado una narración que resulta ágil siempre.
Y nos encontramos ante una de las características más llamativas de “El camino del sol”. ¿Cómo se puede hacer para que la narración de un libro de historia (porque no deja de ser un libro de historia) sea ágil? Pues revistiéndolo de todo aquello que conforma una nueva novela. Consigue que empalicemos, para bien o para mal, con los personajes (vuelvo a recordar que son personajes históricos, no literarios, lo que puede hacer más ardua esta tarea) y hace que formemos parte de los sucesos. Por ejemplo, hay un recurso en el que abunda el autor en el primer libro. Como no se conservan datos históricos fidedignos de los primeros pueblos que habitaban lo que hoy es la República del Ecuador, Carrera Andrade, en lugar de remitirse a la arqueología como harían otros autores más ortodoxos, dando datos de enterramientos, restos de cerámica o monumentos funerarios, lo que hace es contarnos las leyendas de las génesis de los pueblos antiguos como si fueran reales. Nos habla así del origen de los reyes Caras, de los viajes de Quitumbe y de la epopeya interoceánica de su hijo Guayanay. Estos capítulos contrastan con el rigor que se muestra en los capítulos posteriores, cuando narra la invasión del Reino de Quito por parte del incario.
Cabe destacar la división de los dos volúmenes que componen esta obra. Primero nos encontramos con el libro titulado “El fabuloso Reino de Quito”, donde nos narra la historia desde los orígenes, con la llegad del hombre a estas tierras, hasta el fin del Tahuantinsuyu. El segundo libro, “La tierra siempre verde”, abarca desde el establecimiento de la colonia hasta los momentos previos al primer grito de independencia, en 1809 (resulta curioso que este segundo libro se escribiera antes que el primero).
Sí se echa en falta un tercero que nos cuente los hechos de la emancipación y nos acerque a nuestras días (o más bien a sus días, que el autor falleció en 1978), pero sobre esa época ya se ha escrito mucho.


Puntuación: 88/100

Descarga directa  EL CAMINO DEL SOL I. EL FABULOSO REINO DE QUITO  Jorge Carrera Andrade
Descarga directa  EL CAMINO DEL SOL II. LA TIERRA SIEMPRE VERDE  Jorge Carrera Andrade


sábado, 10 de octubre de 2009

ATAHUALLPA - Benjamín Carrión

Título: Atahuallpa

Autor: Manuel Benjamín Carrión Mora (Loja, Loja, 1897; Quito, Pichincha, 1979)

Año de publicación: 1934

Edición: Casa de la cultura ecuatoriana Benjamín Carrión, Colección Luna Tierna, 10ª edición, 2002

Páginas: 244, presentación + 18 capítulos

No tiene texto en contraportada.

Ahora sí puedo afirmar, sin sombra de sarcasmo, que este ha sido uno de los mejores libros que ha caído en mis manos en lo que llevamos de año.

Es un homenaje de uno de los hombres más importantes de la cultura ecuatoriana del siglo XX (sinceramente desconozco la mayor parte de su obra, pero la Casa de la cultura de Quito tiene el nombre de Benjamín Carrión) a quien es seguramente el ecuatoriano más importante de todos los tiempos (con el reconocimiento debido a los padres de la patria, al doctor Eugenio Espejo, al presidente Eloy Alfaro y al propio padre del protagonista). Me refiero al inca Atahualpa.
En realidad, y eso es algo que me ha llamado mucho la atención de esta obra, no es la historia del último de los incas si no la del ocaso del Tahuantinsuyu y su posterior caída. Más o menos la mitad del libro está dedicada al padre de Atahualpa, el gran conquistador Huayna Cápac, y la otra mitad a las desventuras de los pequeños conquistadores, esa panda de españoles analfabetos, crueles y traicioneros.
Lo primero que nos tendríamos que plantear a la hora de hablar del “Atahuallpa” es cómo referirnos a esta obra. No podemos decir que sea una novela ya que no se dan las características propias que tiene una novela por definición. No hay diálogos, no hay una introspección en los personajes, no hay descripciones detalladas de los ambientes. No es pues una novela histórica (y menos mal; hay pocas combinaciones de palabras que me puedan producir un sopor mayor que el de estos términos). Tampoco podemos decir que sea sencillamente un libro de historia pues el autor utiliza técnicas propias de la narrativa que sumergen al lector dentro de las páginas del libro hasta el punto que no es si no cuando ya lo has acabado de leer que te das cuenta que no era una novela. Considero por ello que el tono utilizado por Benjamín Carrión es el adecuado para que, sin faltar al rigor histórico, sea una obra amena.
En las primeras páginas Carrión nos presenta, a manera de prólogo, el capítulo titulado “Tauntin-Suyu”, en el que, de forma ágil y global, nos sitúa en el tiempo y el lugar, exponiéndonos el funcionamiento interno del imperio inca. No sólo se refiere a su maquinaria militar, capaz de conquistar un territorio que abarcaba desde la actual Colombia hasta Argentina, si no también a su política económica (nos encontramos con que, sin pretenderlo, los incas desarrollaron el marxismo mucho antes que Marx y, más sorprendente aún, lo hicieron funcionar), la configuración de la sociedad, sus creencias y hasta las características de su arte. Ya digo, en sólo 27 páginas el autor consigo representar el Tahuantinsuyu mejor que muchos doctores en tochos inmensos.
Aparte de lo dicho anteriormente hay un par de cosas que me gustaría comentar en relación a un capítulo, “La antesala del imperialismo”. Este capítulo está dedicado a la guerra fraticida que dividió al imperio justo antes de la conquista, en la que se enfrentaron los hijos de Huayna Cápac, Atahualpa, con sus tropas quiteñas, y Huáscar, desde el Cuzco. Lo primero que me llama la atención es que en un libro dedicado a la figura de Atahualpa se dedique tan poco espacio para hablar de la guerra civil (no es la única vez que me he encontrado con esto; en un libro que pronto comentaré, “El camino del Sol”, de Jorge Carrera Andrade, ocurre lo mismo; sospecho que esto se debe a que los datos que tenemos de este acontecimiento son poco fiables). De esta forma vemos que hay muchos episodios de la vida del último emperador que no aparecen, como cuando es apresado por las tropas cuzqueñas y consigue escapar de su prisión, suceso que lo divinizó ante los suyos (dijo que se escabulló por un agujero de su celda convirtiéndose en serpiente).
Otro detalle que me ha sorprendido mucho en esta obra es el tratamiento que se le da a Huáscar. En todos los libros que he leído sobre el enfrentamiento entre los dos hermanos (y hablo de libros de historia académicos también) se le culpaba a él de la guerra que hizo tambalearse al imperio inca. Según estos autores el príncipe de Cuzco no estaba conforme con la partición que hizo del Tahuantinsuyu su padre, el gran inca Huayna Cápac, y, aconsejado por las familias nobles de la capital del sur que veían a Atahualpa como un bastardo advenedizo, envió sus tropas a conquistar las tierras del antiguo Reino de Quito. Según estas mismas fuentes Atahualpa quiso respetar las fronteras impuestas por su padre e incluso después de vencer en las primeras batallas se negó a traspasarlas, cosa que no hizo si no después de las repetidas provocaciones de su hermanastro. En otras palabras, que a Atahualpa no le quedó más remedio que marchar a la toma del Cuzco. En esta obra, sin embargo, Huáscar aparece como un rey de final de dinastía, débil, cortesano, amante de la paz, que desató la guerra inconscientemente al reconocer la fidelidad del cacique de los cáñaris, pueblo que en la repartición territorial pertenecía al Quito. Atahualpa, en cambio, se nos presenta como un rey conquistador, digno heredero de su padre, que aprovechó esa excusa para reunir de nuevo la esmeralda de los Caras (símbolo máximo del monarca de los quitos) con el llautu de los incas. Y lo consiguió. El resto es historia.
Una cosa que personalmente le agradezco a Carrión y que compensa por lo que le critiqué anteriormente es que dedica un capítulo entero en explicar el mito de Viracocha. Y lo explica mucho mejor de lo que lo puede explicar la Wikipedia.
En definitiva, un libro muy logrado en todos los aspectos que hará disfrutar a los que estén interesados en conocer esta porción de historia.

Puntuación: 90/100

Descarga directa ATAHUALLPA Benjamín Carrión

sábado, 3 de octubre de 2009

LEYENDAS Y TRADICIONES QUITEÑAS - Oswaldo Rivera Villavicencio

Título: Leyendas y tradiciones quiteñas

Autor: Oswaldo Rivera Villavicencio (1930)

Año de publicación: 2008

Edición: Sur editores, segunda edición, octubre 2005

Páginas: 120, nota del editor, introducción, 3 apartados y bibliografía

El desarrollo cultural encamina a reflexionar sobre hechos históricos de las civilizaciones, fruto de la evolución social y el desentrañamiento de aspectos que encierran circunstancias y vidas de nuestros antepasados, fortalecedores de la historia y la geografía, prehispánicas e hispánicas configurantes y específicas.

Oswaldo Rivera Villavicencio, autor de obras históricas, literarias, filosóficas y narrativas que pasan de una treintena, transmite su producción titulada "Leyendas y tradiciones quiteñas" e historietas que aclaran los orígenes y el desarrollo de nuestros pueblos configuradores de la realidad socio-cultural, en la cual se descubren hechos, leyendas, relatos, costumbres, tradiciones, con sus modos de ser, sus angustias, padecimientos, esperanzas y el contenido del "despertar de la conciencia de la propia identidad".

La historia de Quito, Patrimonio de la Humanidad, se manifiesta en la trayectoria material y espiritual, en el modo de crecimiento y adelanto de la cultura, en enriquecer y cuidar las aportaciones y potencialidades, relacionando principios anímicos, las facultades de interacción social y de participación para dimensionar la sabiduría popular, el arte, la civilización, las leyendas y tradiciones de quitus, incas y españoles, sus callejuelas, quebradas, iglesias y la historia de los valores colectivos frente a la libertad de "Quito, Luz de América".

Nadie en el mundo se puede siquiera imaginar lo satisfecho que estoy de haber comprado y leído este libro. Es para estarlo.
En los momentos en los que estoy escribiendo esta entrada (29 de abril), que no tiene por qué ser el mismo en el que lo publico, estoy pasando las vacaciones en Quito, Ecuador. Sabido será por quien haya leído artículos míos anteriores que soy un gran aficionado a la literatura ecuatoriana (con excepciones, por supuesto), pero que en Madrid, ciudad en la que resido, me resulta poco menos que imposible adquirir obras nacidas en estas tierras. Pues bien, estoy aprovechando este viaje para renovar mi biblioteca así que mejor prepárense porque en los próximos meses este blog va a ser prácticamente monotemático.
Como además soy un enamorado confeso tanto de Quito como de las leyendas populares, estuve buscando de librería en librería una obra que me mostrase los rincones misteriosos de la ciudad con el fin de que me acompañase en mis paseos por la misma. Como sabrán mis conciudadanos madrileños, no es lo mismo pasear por el Madrid de los Austrias sabiendo que desde el balcón aquel que se asoma a esta callejuela se ha aparecido en más de una ocasión el fantasma de Torrebruno.
Entonces, me compro este “Leyendas y tradiciones quiteñas”, de Oswaldo Rivera Villavicencio. Abro el libro por la mitad y comienzo a leer la historia que se me presenta, titulada “El arte del libertador Bolívar”. Resulta que en una ocasión, después de completada la independencia de Latinoamérica, Simón Bolívar estuvo invitado a un baile entre la alta sociedad quiteña. Resulta que el Libertador demostró ante la concurrencia que era un gran bailarín…………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………….
En una película del oeste ahora pasaría rodando una bola de espino……………….
………………………………………………………………………………………..
Pues efectivamente, esta es la leyenda (o la tradición, que no me queda muy claro cómo definirla). No hay nada más. Bolívar no le salvó la vida a nadie en la fiesta realizando una traqueotomía de urgencia con una cucharilla de café ni se le presentó el espectro de Prudencio Aguilar para hacerle compañía. Simplemente bailó.
Está bien, puede ser que el autor considerase importante meter en el libro un historia en la que se relacione a Bolívar con la ciudad de Quito, aunque fuese una chuminada.
Veamos otra historia.
“Monumento a los héroes”.
Anteriormente en medio de la Plaza Grande había una pileta. Desde el año 1888 el congreso solicitó que se construyera un monumento allí en memoria de los héroes de la independencia del Ecuador. Sin embargo no fue construido hasta que Eloy Alfaro fue investido presidente y empezó a recaudar fondos. El monumento fue inaugurado en 1906.
Y sobre este tema ya no hay nada más que decir.
En eso consiste este libro, en contar cosillas sin la menor importancia con el único fin de rellenar páginas. En realidad esta obra habría quedado más propia titulada como “Anécdotas triviales ocurridas en la ciudad de Quito y alrededores (a veces no tan alrededores, pues el autor mete al final unos relatos absurdos ambientados en Cotopaxi) que no le importan a casi nadie”.
En alguna ocasión el autor intenta ponerse más estupendo y entonces es cuando la caga en condiciones. Pondré como ejemplo un cuento dedicado a la heroína Juana Tipantasig. Resulta que en tiempos de la colonia Juana Tipantasig, una mujer indígena, lideró una pequeña revuelta contra las injusticias de los españoles. Ellos al final la capturan, le dan tormento y la ejecutan. De aquí se podría haber sacado una historia al menos apañada siempre y cuando el autor no dedique media página a la vida, obra y muerte de la protagonista y página y media a describir su tumba y cómo su cuerpo colorea la hierba, y el cielo es más azul gracias a ella, y todas esas chuminadas tan jipis…
Para acabar de comentar sobre las “””””leyendas””””” (si lo entrecomillara como se merece no me cabría más texto) que contiene este libro no puedo resistirme a hablar de aquella en la que se cuenta cómo llegó el fútbol a la capital, relato que se reduce al fina a un puñado de datos históricos y a una enumeración de los equipos que han jugado y juegan en Quito.
Llega ahora el terrible momento que he querido demorar al máximo en este comentario. Ya no lo puedo alargar más. Me toca hablar del estilo. Aunque soy consciente de que hay muchos matices entre ambos extremos, el estilo a la hora de escribir puede ser funcional, si el autor considera que lo más importante es que al lector le quede claro lo que se intenta contar, o florido, si al autor no le importa tanto el fondo de la historia y prefiere recrearse con las palabras. Pues bien, el estilo de este libro deja claro que lo que le importa al autor es que al lector le quede bien claro que tiene un vocabulario más amplio que él. Bueno, que él y que nadie. En otras palabras, es redicho, pero redicho hasta el cansancio. No es retorcido hasta el punto de que no se entiendan las historias (ojala lo fuera, así al menos podríamos creer que nos cuentan algo interesante) si no más bien hasta el punto de que, después de leídas un par de páginas, consideres que leer debe ser el acto más aburrido del mundo.

Puntuación: 23 sobre 100