sábado, 22 de mayo de 2010

LAS CRUCES SOBRE EL AGUA - Joaquín Gallegos Lara


Título: Las cruces sobre el agua

Autor: Joaquín Gallegos Lara (Guayaquil, Guayas, 1911; Guayaquil, Guayas, 1947)

Año de publicación: 1946

Edición: Editorial EDYM, 1993

Páginas: 199; Introducción + 15 capítulos

"Las cruces sobre el agua" es definida certeramente por el ilustre escritor y ensayista ecuatoriano Adrián Carrasco en estos términos:
"Novela total y completa, que biografía a un pueblo; documento socio-político excepcional, que plantea nuevos conceptos de nacionalidad, cultura e historia ecuatoriana. Novela y documento que toma al pueblo como verdadero protagonista; que propone una visión alternativa a la ambivalencia realidad/ficción que sostiene la cultura oficial; que rescata y pondera el idioma popular, el hablar de la gente, en contraposición al español académico y normalizado, al que enriquece; que siembra en la memoria colectiva la figura de líderes políticos e intelectuales como Eloy Alfaro, Concha, Montalvo, etc; que critica, sin contemplaciones, la debilidad del propio pueblo en su organización y dirección; que expresa el primer rechazo social a la impunidad de la violencia del Estado."

Hoy vamos a hablar de otro clásico de la literatura ecuatoriana, uno de esos libros ante los que me tengo que enfrentar con respeto. Y no es fácil. Puedo criticar sin miedo una novela de un autor poco conocido o una obra menor de uno de los grandes pero, ¿qué pasa si manifiesto públicamente que no me gusta el Quijote (es sólo un ejemplo, siento devoción por el Quijote)? ¿Cómo quedo si no soy capaz de admirar las excelencias de una creación reconocida en el mundo entero? Tengo que recordar que este blog no es en absoluto académico, que en él me limito a volcar mis impresiones personales, lo que hace mis críticas completamente subjetivas.

En resumen, hoy comentaré “Las cruces sobre el agua”, de Joaquín Gallegos Lara, y que sea lo que dios quiera.
Esta novela se ambienta en la ciudad de Guayaquil a principios del siglo XX. El protagonista es Alfredo Baldeón, el hijo de un humilde panadero, quien desde joven muestra un carácter rebelde. Seguimos su trayectoria desde que, con quince años, participó en la revolución conchista en Esmeraldas del lado de los sublevados, hasta que, en el año 1922, fue uno de los cabecillas de las huelgas de su ciudad natal. A través de él vamos conociendo a una serie de personajes que forman parte del crisol en el que sobrevivía la sociedad guayaquileña y ecuatoriana de su tiempo.
Sé perfectamente que con el resumen que acabo de presentar no es sencillo hacerse una idea acerca de la trama del libro, pero es que la misma narración se presta a engaños. Los primeros capítulos parecen los propios de una clásica novela de aprendizaje. Tenemos a un personaje al que conoceremos desde su infancia y al que veremos madurar paso a paso. Pero luego, inesperadamente, se nos presenta otro personaje, Alfonso, un amigo de Alfredo, quien, durante un buen puñado de escenas, asume el protagonismo de la obra. Vemos la difícil situación de su familia, la rama pobre de una rica familia costera. Vemos su lucha por progresar y también somos testigos de sus amores. Y, de repente, se esconde en el segundo plano. El protagonismo lo retoma Baldeón pero ya no únicamente. La novela se transforma en una obra coral de la que salen personajes hasta de debajo de las piedras. Muchos de ellos tiene una aparición esporádica, apenas muestran rasgos de personalidad con los que podamos identificarlos e, incluso, en ocasiones hasta comparten nombres. Finalmente este batiburrillo se va ordenando y enfocando un poco en los últimos capítulos, con la trama revolucionaria.
Ignoro si se trata de una apreciación personal o bien Nelson Estupiñán Bass lo hizo premeditadamente, pero me doy cuenta de que la estructura de “Cuando los guayacanes florecían” es justo la opuesta de “Las cruces sobre el agua”. Si en aquella comenzábamos en medio de una revolución, luego se convertía en una obra coral y finalmente se centraba en las vicisitudes de un protagonista, en la novela de Joaquín Gallegos Lara en orden de estas partes es el inverso.
Seguramente la idea que parece que intento transmitir es que “Las cruces sobre el agua” me resulta una novela fallida, y esto es cierto relativamente. En efecto el ritmo y el desarrollo de la trama me parecen torpes, innecesariamente frustrante. Considero que la pretensión de Gallegos Lara era pintar un fresco de las gentes de Guayaquil y de cómo se vieron empujadas a pararse y gritar hasta aquí hemos llegado. Pero la multitud de nombres sin rostro no ayuda a que el lector comprenda la magnitud del suceso. Es contraproducente. La tragedia se vuelve farsa porque no llegamos a sentir cariño por ninguno de los personajes.
Por otro lado “Las cruces sobre el agua” me parece una obra digna de figurar entre los clásicos de la literatura ecuatoriana por una razón que ya mencioné al hablar de “Los guandos”. Joaquín Gallegos Lara maneja una prosa brillante. Las descripciones son más sensoriales que gráficas y la reproducción de las maneras de hablar de cada uno de los personajes, muy acertada. Con todo ello lo que quiero decir es que si la desgracia no se hubiera abatido sobre él demasiado pronto nos podríamos encontrar ante uno de los mejores autores latinoamericanos del siglo XX. Al igual que pasa con Gabriel García Márquez me da la impresión de que la literatura corría por las venas de Gallegos Lara, que no le suponía ningún esfuerzo escribir. Y si esta es su novela más conocida (también porque fue la única que pudo concluir) es porque, lamentablemente, nunca llegaremos a conocer sus obras de madurez.

Puntuación: 80/100
 
Posdata. En dos semanas le tocará el turno a Jorge Velasco Mackenzie con “El rincón de los justos”.





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sábado, 8 de mayo de 2010

DON GOYO - Demetrio Aguilera Malta

Título: Don Goyo

Autor: Raúl Demetrio Aguilera Malta (Guayaquil, Guayas, 1909; México D.F., México, 1981)

Año de publicación: 1933

Edición: Libresa, colección Antares, 2005

Páginas: 289; Estudio introductorio + Algunos juicios críticos + Cronología + Bibliografía recomendada + Temas para trabajo de los estudiantes + 3 partes

Su novela Don Goyo constituye la más pura exaltación de la vida del trópico marino, en donde el hombre se integra a la naturaleza, a la manera del árbol del mangle que se aferra con sus raíces a la tierra y moja sus renuevos en el mar. Las descripciones de esta novela y de La isla virgen del mismo autor se cuentan entre las mejores páginas que se han escrito sobre el paisaje costanero del Ecuador.
Jorge Carrera Andrade


La novela de la que hablaré en el día de hoy es “Don Goyo”, de Demetrio Aguilera Malta.
Como pueden ver más arriba esta edición sí presenta un breve texto en la contraportada, pero apenas sirve para hacernos una idea del tema de la obra. Resumiré entonces un poco la trama.
En la desembocadura del río Guayas hay un grupo de islas e islotes habitado por una comunidad de cholos. Estos montuvios se dedican a cortar leña de los manglares para venderla en la capital. Desde tiempos inmemoriales esta comunidad está dirigida por un personaje enigmático, don Goyo, el primer habitante de estas tierras, de quien se dice que tiene un pacto con el diablo.
Este libro cuenta muy poco más, de manera que no me voy a extender más con el resumen. Gran parte del mismo está dedicado a describir tanto a los hombres que viven en estas tierras y sus formas de vida como al hábitat en sí. Pero esta novela tiene algo especial, algo mágico. Tiene a don Goyo.
Según me fui adentrando en la lectura de esta novela no pude hacer otra cosa que comparar al personaje de don Goyo con otro personaje ilustre, el inmenso José Arcadio Buendía de “Cien años de soledad”. Ambos tienen esa condición de patriarcas bíblicos, de fundadores de una dinastía, de hombres poderosos que creen en una serie de valores: en la justicia, en el trabajo, en la tierra y en la magia. Ambos son escuchados y respetados por sus gentes como líderes del clan. Ambos son tomados por locos y desechados por sus vecinos cuando sus palabras no son convenientes para la mayoría. Hasta el final de los dos personajes tiene semejanzas. No quiero decir con esto que necesariamente Gabriel García Márquez se inspirara en el personaje de Aguilera Malta para construir el suyo. Creo más bien que los dos autores tomaron como modelo un personaje de rasgos comunes entre los montuvios del Pacífico y los del Caribe.
En cualquier caso, Demetrio Aguilera Malta prefigura de alguna manera lo que más tarde será conocido como el “realismo mágico”. En “Don Goyo” nos encontramos ante una sucesión de cuadros costumbristas aderezados por sucesos extraordinarios. No sólo eso. También plantea una defensa del ecologismo en una época tan temprana como son los años treinta del siglo XX. Don Goyo quiere salvar sus bosques de mangles de la voracidad del hombre blanco.
En estas páginas encontraremos retazos de denuncia social, pero el autor rehúye profundizar en este tema. En “Don Goyo” se habla de concertajes, de ricos advenedizos, de comerciantes aprovechados, pero nada de eso priva a los cholos de su pequeño edén, donde conviven en armonía con los manglares. No por lo menos en el tiempo que transcurre dentro de la novela, aunque ya se dan avisos de que el desastre está en camino. Después de haber leído obras como “Cuando los guayacanes florecían” o “Juyungo” esperaba que en cualquier momento algún terrateniente avaricioso desposeyera a los personajes de sus tierras, acabando con su forma de vida.
Tengo que destacar un detalle de esta novela que, para mí, le hace perder puntos. A pesar de que es una obra realmente corta considero que le sobran capítulos. Me refiero a los capítulos dedicados a Cusumbo, que llegan a ocupar un tercio de la obra. Esta historia no lleva a ninguna parte y engaña al lector sin necesidad. Cusumbo era un concierto que se emancipa de su patrón a las bravas, se hace pescador y recala en este archipiélago para acabar haciéndose manglero. En el transcurso de esta narración hace esporádicas apariciones el propio don Goyo, pero no deja de ser una sombra que recorre los esteros velando por su pueblo. Tomando lo leído en esta primera parte pensé que el protagonista real de la novela era Cusumbo y que don Goyo no era otra cosa que un arquetipo (salvando las distancias, algo así como el personaje que interpreta Orson Welles en “El tercer hombre”). Pero no. Empieza la segunda parte y el protagonismo completo recae sobre don Goyo y ya no lo suelta. Puedo entender que el autor hizo esto para introducir al lector en su mundo, de la misma forma que Cusumbo se integra en la comunidad siendo foráneo a ella. Puedo entender que Aguilera Malta quisiera incorporar a su novela escenas propias de la vida en el trópico, pero para mí no funciona. Yo entiendo la novela como una precisa pieza de relojería, donde cada engranaje, cada una de sus sub-tramas, asiste y acompaña a la historia principal (esto lo vimos ya con “El éxodo de Yangana”; en su primera parte aparecían multitud de personajes con su pequeña historia correspondiente, y de la mayor parte de ellos no se volvía a Hablar; sin embargo en la obra de Ángel F. Rojas había un objetivo definido para ello: hacer que el lector fuera uno más de los habitantes del pueblo). Hay autores que consideran la novela como un saco donde cabe todo (el ejemplo más manido es el de Pío Baroja). Bien, no voy a despreciar estas obras pues las novelas psicológicas/de aprendizaje que narran la trayectoria vital de un personaje están construidas de esta forma. La historia principal es tan amplia y tan sólida que pueden permitirse añadir brochazos independientes a ella. Pero para “Don Goyo” esto no sirve. La novela es demasiado corta y se dedican demasiadas páginas a Cusumbo. Aquí esa historia parece de relleno.
No me alargaré más, que ya me estoy excediendo. La novela es extraordinaria y lo sería más si se aventase la paja, dejando sólo el grano de las dos últimas partes.

Puntuación: 84/100
 
Posdata. En la próxima ocasión hablaré de otra de las novelas imprescindibles de la literatura ecuatoriana: “Las cruces sobre el agua”, de Joaquín Gallegos Lara.