Título: Las cruces sobre el agua
Año de publicación: 1946
Edición: Editorial EDYM, 1993
Páginas: 199; Introducción + 15 capítulos
"Las cruces sobre el agua" es definida certeramente por el ilustre escritor y ensayista ecuatoriano Adrián Carrasco en estos términos:
"Novela total y completa, que biografía a un pueblo; documento socio-político excepcional, que plantea nuevos conceptos de nacionalidad, cultura e historia ecuatoriana. Novela y documento que toma al pueblo como verdadero protagonista; que propone una visión alternativa a la ambivalencia realidad/ficción que sostiene la cultura oficial; que rescata y pondera el idioma popular, el hablar de la gente, en contraposición al español académico y normalizado, al que enriquece; que siembra en la memoria colectiva la figura de líderes políticos e intelectuales como Eloy Alfaro, Concha, Montalvo, etc; que critica, sin contemplaciones, la debilidad del propio pueblo en su organización y dirección; que expresa el primer rechazo social a la impunidad de la violencia del Estado."
En resumen, hoy comentaré “Las cruces sobre el agua”, de Joaquín Gallegos Lara, y que sea lo que dios quiera.
Esta novela se ambienta en la ciudad de Guayaquil a principios del siglo XX. El protagonista es Alfredo Baldeón, el hijo de un humilde panadero, quien desde joven muestra un carácter rebelde. Seguimos su trayectoria desde que, con quince años, participó en la revolución conchista en Esmeraldas del lado de los sublevados, hasta que, en el año 1922, fue uno de los cabecillas de las huelgas de su ciudad natal. A través de él vamos conociendo a una serie de personajes que forman parte del crisol en el que sobrevivía la sociedad guayaquileña y ecuatoriana de su tiempo.
Sé perfectamente que con el resumen que acabo de presentar no es sencillo hacerse una idea acerca de la trama del libro, pero es que la misma narración se presta a engaños. Los primeros capítulos parecen los propios de una clásica novela de aprendizaje. Tenemos a un personaje al que conoceremos desde su infancia y al que veremos madurar paso a paso. Pero luego, inesperadamente, se nos presenta otro personaje, Alfonso, un amigo de Alfredo, quien, durante un buen puñado de escenas, asume el protagonismo de la obra. Vemos la difícil situación de su familia, la rama pobre de una rica familia costera. Vemos su lucha por progresar y también somos testigos de sus amores. Y, de repente, se esconde en el segundo plano. El protagonismo lo retoma Baldeón pero ya no únicamente. La novela se transforma en una obra coral de la que salen personajes hasta de debajo de las piedras. Muchos de ellos tiene una aparición esporádica, apenas muestran rasgos de personalidad con los que podamos identificarlos e, incluso, en ocasiones hasta comparten nombres. Finalmente este batiburrillo se va ordenando y enfocando un poco en los últimos capítulos, con la trama revolucionaria.
Ignoro si se trata de una apreciación personal o bien Nelson Estupiñán Bass lo hizo premeditadamente, pero me doy cuenta de que la estructura de “Cuando los guayacanes florecían” es justo la opuesta de “Las cruces sobre el agua”. Si en aquella comenzábamos en medio de una revolución, luego se convertía en una obra coral y finalmente se centraba en las vicisitudes de un protagonista, en la novela de Joaquín Gallegos Lara en orden de estas partes es el inverso.
Seguramente la idea que parece que intento transmitir es que “Las cruces sobre el agua” me resulta una novela fallida, y esto es cierto relativamente. En efecto el ritmo y el desarrollo de la trama me parecen torpes, innecesariamente frustrante. Considero que la pretensión de Gallegos Lara era pintar un fresco de las gentes de Guayaquil y de cómo se vieron empujadas a pararse y gritar hasta aquí hemos llegado. Pero la multitud de nombres sin rostro no ayuda a que el lector comprenda la magnitud del suceso. Es contraproducente. La tragedia se vuelve farsa porque no llegamos a sentir cariño por ninguno de los personajes.
Por otro lado “Las cruces sobre el agua” me parece una obra digna de figurar entre los clásicos de la literatura ecuatoriana por una razón que ya mencioné al hablar de “Los guandos”. Joaquín Gallegos Lara maneja una prosa brillante. Las descripciones son más sensoriales que gráficas y la reproducción de las maneras de hablar de cada uno de los personajes, muy acertada. Con todo ello lo que quiero decir es que si la desgracia no se hubiera abatido sobre él demasiado pronto nos podríamos encontrar ante uno de los mejores autores latinoamericanos del siglo XX. Al igual que pasa con Gabriel García Márquez me da la impresión de que la literatura corría por las venas de Gallegos Lara, que no le suponía ningún esfuerzo escribir. Y si esta es su novela más conocida (también porque fue la única que pudo concluir) es porque, lamentablemente, nunca llegaremos a conocer sus obras de madurez.
Puntuación: 80/100
Posdata. En dos semanas le tocará el turno a Jorge Velasco Mackenzie con “El rincón de los justos”.
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