sábado, 19 de junio de 2010

MEMORIAL DE AMORES - Raúl Vallejo

Título: Memorial de amores

Autor: César Raúl Enrique Vallejo Corral (Manta, Manabí, 1959)

Año de publicación: 2004

Edición: Casa de la cultura ecuatoriana Benjamín Carrión, colección Cuarto Creciente, 1ª edición, 2004

Páginas: 116, 13 cuentos

La obra cuentística de RAÚL VALLEJO ha logrado lo que es importante en todo artista: un sello estilístico. Sus cuentos son reconocibles por esa sobriedad de elementos y por una calidad uniforme donde se percibe el trabajo disciplinado, constante, profesional. Frente a sus lectores va acumulando puntos de manera invariable y no deberá ser juzgado por uno que otro cuento, sino por la construcción paulatina, sin prisa pero sin pausa, de una narrativa minuciosa, bien estructurada, que en el tiempo se convierte en un mosaico de situaciones y personajes imprescindibles.
IVÁN ÉGÜEZ

Después de tanto tiempo vamos a volver, durante algunas semanas, al género cuentístico. Y nada mejor para ello que comenzar con “Memorial de amores”, de Raúl Vallejo.
Lo primero que debo hacer es una advertencia. Si alguien busca este libro en la bibliografía del autor es más que posible que no pueda localizarlo. La razón es que “Memorial de amores” no es uno de los libros de relatos canónicos publicados por Vallejo sino una selección de algunos de los cuentos publicados anteriormente (me resulta tranquilizador pensar que el título de esta colección no lo ha puesto el mismo autor; me resulta de lo más inapropiado). Los cuentos que aparecen en la obra han sido extraídos de los siguientes libros:
Daguerrotipo (1978)
Máscaras para un concierto (1986)
Sólo de palabras (1988)
Fiesta de solitarios (1992)
Acoso textual (1999)
Huellas de amor eterno (2000)
Quizás se pueda considerar entonces que esta crítica es injusta ya que no se centra en una obra concreta, donde los relatos, aún siendo independientes, mantienen un orden y una unidad, sino que estoy comentando en general la trayectoria del autor a través de los años. Por otro lado es muy difícil que alguien llegue a esta entrada poniendo el título en Google, así que serán pocas las visitas que reciba. Eso me tranquiliza.
El título de este libro me hizo pensar que se ha elaborado tomando los cuentos de temática amorosa aparecidos en las obras antes enumeradas. Después de leído la sensación que me queda es otra. Desde luego que el amor está siempre presente en alguna de sus manifestaciones, pero no tiene por qué ser el núcleo central de todos los relatos. Tenemos alguna muestra de lo que podríamos llamar amor a la distancia (distancia emocional o temporal más que física), como el cuento titulado “Los borradores de Adriana Piel”. También nos habla del Gran Amor Que Nunca Fue, como en el cuento que cierra la obra, el magnífico “Los Viudos de Gloria Vidal”; del amor profundo disfrazado de enfermizo, aquel en el que por amor podemos llegar a matar al ser amado (ahora estoy pensando en el cuento titulado “Volverán las oscuras golondrinas”).
Personalmente vería más acertado que esta colección se llamara “Memorial de soledades”, pues es en este sentimiento, inseparable del amor, en el que el autor profundiza más y de formas más distintas.
Entre todos estos relatos aparece también algún experimento que no ha envejecido nada bien. Me refiero al titulado “am@ntes.virtuales.com”, donde se transcribe una sesión de cibersexo a través de un canal IRC de chat. En el año 2000 pudo resultar osado pero hoy en día no escandalizaría a nadie.
Antes de entrar a valorar “Memorial de amores” quiero detenerme a exponer mi opinión sobre el género. Para mí un cuento bien escrito es la forma más pura en la que se presenta la narrativa. Es grano sin paja, necesidad sin contingencia. Una vez leí una respuesta que dio Jorge Luis Borges a un periodista que quería saber por qué no escribía novelas. Borges contestó (y estoy escribiendo de memoria; pido perdón si la cita es del todo inexacta): “Coge cualquier novela, quítale los adverbios y los adjetivos y lo que te quedará es un cuento mío”.
Siempre que leo un cuento busco dos cosas: la primera, que sea narrativa en esencia, que no sobre ni falte una palabra; la segunda, como recomendaba Poe, que acabe con un terremoto. Es por eso que siento devoción por gente como Borges o Cortázar.
Por otro lado veo otra forma de escribir cuentos que no respeta ni la economía de palabras ni la necesidad de un clímax final. Pueden ser relatos solventes y bien escritos, cuya finalidad es ahondar en los conflictos del ser humano y en su relación con sus semejantes. A este tipo se circunscriben los relatos de Raúl Vallejo.
Este autor tiene una gran destreza narrativa y un pulso que hace imposible abandonar cada una de sus historias antes del final. La lectura es ágil, los temas profundos y los personajes interesantes. Y, sin embargo, me queda la sensación de que sólo estoy viendo trozos de historias mayores. Seguro que eso es precisamente lo que busca el autor, que pretende asemejar sus cuentos a la vida, que en realidad está compuesta por un cúmulo de historias menores, pero yo echo de menos mi terremoto.
A quien esto no le importe le sugiero que sume quince puntos a la nota final.

Puntuación: 71/100

Posdata. A partir de la próxima entrada me voy a dedicar a profundizar en la obra completa de Pablo Palacios. Comenzaré con “Un hombre muerto a puntapiés”.

sábado, 5 de junio de 2010

EL RINCÓN DE LOS JUSTOS - Jorge Velasco Mackenzie

Título: El rincón de los justos

Autor: Jorge Eduardo Velasco Mackenzie (Guayaquil, Guayas, 1949)

Año de publicación: 1983

Edición: Libresa, colección Antares, segunda edición, 1990

Páginas: 221, Estudio introductorio + Algunos juicios críticos + Cronología + Bibliografía recomendada + Temas para trabajo de los estudiantes + 4 capítulos + epílogo

Jorge Velasco Mackenzie constituye, sin duda, una de las fuertes voces narrativas de la actual literatura ecuatoriana.
Velasco incorpora con esta novela, al escenario de lo literario, lugares y personajes que en el mundo real pertenecen a la esfera de lo marginal: en estas páginas se recogen sus vehemencias, su lenguaje, sus desafíos diarios, su detino trágico.

En el día de hoy regresamos a Guayaquil para comentar la novela corta de Jorge Velasco Mackenzie “El rincón de los justos”.

La novela le debe su título a un antro situado en un barrio marginal de la ciudad, Matavilela, barrio que tiene sus días contados pues va a ser desalojado por orden municipal. La novela se ambienta en el Guayaquil de finales de los años setenta (el autor es aún más concreto, haciendo coincidir la acción con uno de los sucesos más transcendentes y señalados de la ciudad: el fallecimiento y multitudinario velorio del cantante melódico Julio Jaramillo, ocurrido el 9 de febrero del año 1978 y que tendrá mucho peso en los personajes). Durante la corta fracción de tiempo en la que transcurre la obra (abarca de dos a tres días) vamos conociendo e integrándonos en el barrio. En tan poco espacio (la novela no dura más de ciento cincuenta páginas) seremos testigos y cómplices de cada uno de los personajes que pululan por este universo marginal: el bizco Fuvio, que pasa las noches espiando a una mujer; las dos Martillo, la virgen y la puta; Sebas, el más machito, líder espiritual de la comunidad; las Damas Tetonas de la Caridad, que recorren los peores lugares de la ciudad para recaudar las limosnas de las imágenes de yeso; el Diablo Sordo, que escribe secretos y analfabetos mensajes de amor a la mesera de “El rincón de los Justos”; Mañalarga y Marcial; el matrimonio Chacón; Paco y Blanca Aurora; Cristof; el Niño Avilés; Tello;…
Todos con una historia propia pero no aislada, que se cruza y que se mezcla con la de todos los demás conformando la radiografía de ese ecosistema tan distinto y tan igual en el mundo entero de un barrio marginal.
He de confesar que al principio la lectura de esta novela me resultó desconcertante y, por qué no decirlo, pesada. Esto lo achaco a la estructura de la novela. Está formada por cuatro capítulos que, a su vez, están compuestos por infinidad de fragmentos más o menos independientes. Cada una de estas secuencias está narrada de una forma distinta, ora en primera, ora en tercera persona (incluso hay alguna en segunda), por narradores distintos que nos se identifican. La cantidad de personajes y de subtramas que conforman la obra (además de la carencia de una trama principal) llega a abrumar en las primeras páginas, siendo imprescindible echar mano de las notas a pie de página para poder situarnos y saber en realidad qué está pasando. Pues bien, cuando toda esta confusión iba a hacer que etiquetara “El rincón de los justos” con el sello: Novela únicamente recomendada para aquellos que fueran capaces de pagar de la página 75 del “Ulises” de Joyce, de repente, la niebla se disipó.
De repente supe quién es quién, de repente me incorporé al relato, de repente un tostón de novela se convirtió en una narración apasionante que no pude dejar de leer hasta el fin. Y eso sin modificar su estructura inicial.
Esta novela presenta historias que son sublimes, dignas de ser consideradas como cuentos independientes. Es espectacular aquella en la que Sebas narra, en tiempo real y en primera persona, un partido de fútbol. O esa elegía póstuma a Julio Jaramillo escrita por uno de sus músicos.
Los personajes están muy bien desarrollados, son muy identificables y rebosan carisma. Además están bien balanceados, de tal forma que es difícil seleccionar a alguno por encima del resto (si tuviera que hacerlo me quedaría con el viejo Mañalarga, un botellero avaro y malhumorado que lee compulsivamente historietas de El Santo y fantasea con que regrese su hijo del servicio militar y se transforme en el héroe enmascarado).
El lenguaje se adecua perfectamente a cada uno de los muchos narradores, lo que también funciona como pista para ser identificados.
Todo lo expuesto es la grandeza de la obra de Velasco Mackenzie, la que no supe distinguir hasta que dejé de buscar el bosque y me recreé en los árboles. Y, por supuesto, ese es quizás también su hándicap, que no es una novela accesible para cualquiera, por más que la temática pueda resultar atractiva.

Puntuación: 94/100
 
Posdata. El día 19 de junio volveré para hablar de la colección de cuentos “Memorial de amores”, de Raúl Vallejo.