viernes, 10 de febrero de 2012

QUE TE PERDONE EL VIENTO - Eliécer Cárdenas


Título: Que te perdone el viento

Autor: Eliécer Cárdenas Espinosa (Cañar, Cañar, 1950)

Año de publicación: 1993

Edición: Libresa, colección BNE, segunda reimpresión, junio  1996

Páginas: 196, 11 capítulos

Cuando evoca las vertientes poéticas de “Polvo y Ceniza”, Eliécer Cárdenas reitera su amor por la leyenda viva de héroes carnales y concretos que, sin embargo, se han diluido en la conciencia de los ecuatorianos como mitos. Del mismo modo pausado, elegante y preciso con el que, en su momento, rescató la imagen de Naún Briones esta vez, en “Que te perdone el viento”, el diestro escritor azuayo convoca la memoria de dos ilustres figuras nacionales, separadas por la ideología y la política pero unidas, de manera distinta, en un mismo devenir histórico: el arzobispo Federico González Suárez y el general de la revolución liberal, Eloy Alfaro.



Tristemente ya estoy de regreso en Madrid. Acabó mi viaje por tierras ecuatorianas, un viaje que ha sido especialmente productivo para mí. Además vuelvo con una buena colección de libros a comentar en el futuro. Y no sólo cantidad. Si la calidad de los próximos se acerca siquiera mínimamente al que comentaré hoy, voy a ser muy feliz haciéndolo.
Hoy hablaré de “Que te perdone el viento”, de Eliécer Cárdenas. De este autor ya leí y comenté hace un tiempo la que es su obra más popular, “Polvo y Ceniza”. Y esa novela me dejó tan buen sabor de boca que me he resistido a leer alguna otra suya por miedo a que me decepcionase.
Me decidí por fin a leer esta, quizás por sentimentalismo. Me encontraba en Quito justo cuando se cumplía el centenario de la Hoguera Bárbara, el brutal asesinato de Eloy Alfaro, y quise leer algo de este personaje (próximamente comentaré otra obra dedicada al Viejo Luchador). Leí la contraportada de este libro y fui engañado por lo que me decía, aunque bendito engaño.
Vamos a ver, comenzaré diciendo que es falso que esta novela hable de dos de las figuras claves de la historia ecuatoriana, el presidente Eloy Alfaro y el arzobispo González Suárez. No sé si a ustedes les sugiere eso el texto que he copiado más arriba, pero a mí, sí. En realidad el protagonista absoluto es el arzobispo de Quito. Si bien es cierto que la novela parte de la noche de la Hoguera, durante toda la obra nos sumergimos en la vida de Federico González Suárez, desde su infancia humilde en las calles de Quito, luego como misionero jesuita en las selvas del oriente del país, su ordenación como sacerdote en Cuenca, su afán por escribir la obra definitiva sobre la historia del Ecuador, sus funciones como obispo de Ibarra y, por fin, como arzobispo de Quito y cabeza de la Iglesia en el país.
Alfaro aparece, por supuesto, pero casi como un fantasma cuya presencia tiene el fin de perturbar, de alguna manera, al protagonista.
La narración no es lineal, como podría esperarse en el autor. Eliécer Cárdenas juega con los recuerdos del arzobispo, con sus diarios, con sus reflexiones, con su vida, pero la estructura de la novela no está embarullada en absoluto. Siempre sabemos de qué está hablando, a qué personajes y a qué tiempos se refiere.
Otro logro de Cárdenas, que también encontramos en su momento en “Polvo y Ceniza”, es la intensidad con que el lector empatiza con el protagonista. Da igual que se trate de un bandido o de un miembro del clero (personalmente, no sé qué me da más miedo), una vez se llega al final he sentido la necesidad de saber más de él, de creer que todo lo que acabo de leer es rotundamente cierto, que no es literatura, que es historia.
Y aseguro que se trata de literatura, y de la mejor. Aunque en principio todo lo que se cuenta parte de la noche trágica del 28 de enero de 1912, cada capítulo toma un rumbo diferente y va a parar a un momento de la vida de González Suárez. Y cada capítulo está narrado de una forma distinta, con una voz y un estilo distinto. Y cada capítulo está construido de forma tan precisa, tan armoniosa, que es muy difícil quedarse con momentos puntuales.
Sin embargo, lo voy a hacer. Me voy a quedar con dos capítulos que me han parecido prodigiosos: “Las portaleras, madre”, donde se remite a su infancia y el personaje/autor reflexiona sobre la verdadera misericordia; y, sobre todo, “Un libro de oraciones”, donde el arzobispo se da cuenta de su derrota, después de dedicar años a investigar la historia de su país para poder conocer su alma, y, en una noche, por un acto de barbarie, entiende que nunca lo consiguió.
Por supuesto no puedo hacer otra cosa que recomendar fervientemente la lectura de esta novela, imprescindible en todos los sentidos. Nada falta, nada sobra, todo encaja.

Puntuación: 95/100

Posdata. Aunque no he podido leer tanto como hubiera deseado sobre Eloy Alfaro en esta obra, valga esta entrada como homenaje a su memoria. Y, aprovechando que su verdadero protagonista es un insigne historiador ecuatoriano, mi recuerdo también para otro, recientemente fallecido, don Jorge Salvador Lara, quien más me ha ayudado a conocer este país al que tanto amo.