miércoles, 26 de diciembre de 2012

HOGUERA BÁRBARA - Alfredo Pareja Díezcanseco


Título: Hoguera Bárbara

Autor: Alfredo Pareja Diezcanseco (Guayaquil, Guayas, 1908; Quito, Pichincha, 1993)

Año de publicación: 1944

Edición: Libresa, Crónica de sueños, octubre 2007

Páginas:  538


Escribir la vida de Eloy Alfaro vale tanto casi como escribir la historia de la República del Ecuador, a partir de su separación de la Gran Colombia de Bolívar. No he pretendido esto, que será afán de otras tareas. He querido presentar a un hombre, pero su retrato de gran americano se individualiza en los primeros planos de un paisaje histórico de muchos años, y se reafirma entre las innúmeras figuras de un coro trágico.
Ningún hombre, después del Libertador, se empeñó tanto y de manera así de tenaz, como se empeñara Alfaro por conseguir no sólo la reconstrucción de la Gran Colombia, sino la perdurable solidaridad americana...
La vida de Alfaro y la vida de mi tierra no hacen más que una sola gran novela.



Una vez más (y ya van...) tengo que pedir perdón a los lectores de este blog por la inconstancia de las actualizaciones. Como he dicho en otras ocasiones, la falta de tiempo libre me impide dedicar a la
página todo el tiempo que merece. No obstante, la actualización de hoy es importante.
Para empezar, ya está colgada en la biblioteca para su descarga una de las obras más demandadas:
JUYUNGO de Adalberto Ortiz
Además, nueva entrada, de un autor importante, una obra importante dedicada a un personaje fundamental. Me puse a mí mismo este compromiso. Antes de que finalizara 2012, el año en el que se
conmemora el centenario del brutal asesinato de don Eloy Alfaro Delgado, leería esta biografía, escribiría y publicaría su comentario y, por fin, la escanearía para su descarga. Me parece un justo homenaje para el que algunos definen como el mejor ecuatoriano de todos los tiempos.
Hoy hablaré de Hoguera Bárbara, de Alfredo Pareja Díezcanseco.
Antes de comenzar quiero decir alguna cosa del autor, ya que no es ésta la primera obra suya que comento. Con La Pequeñas Estatuas fui muy crítico y, ahora lo veo, algo injusto. Más de una vez he aclarado que mi sistema para puntuar en este blog es absolutamente subjetivo. No hago un sesudo análisis de literatura comparada, definiendo ambientación, estilo, recursos, personajes, etcétera. No. Yo me baso en sensaciones personales. Puntúo en función de las expectativas que tuviera de la obra antes de comenzar su lectura y si se ven colmadas o sobrepasadas en su transcurso. Más que la calidad literaria que puedan tener, tengo en cuenta el regusto que me deje al final. Son, pues, críticas muy personales, y por eso mismo pueden verse influidas por mi situación personal en el momento de su redacción, corriendo el riesgo de caer en la injusticia. Y creo que eso es precisamente lo que
ocurrió con la novela anterior de este autor. Me explico. Por aquel entonces estaba comenzando mi idilio con la cultura ecuatoriana. Quería saber más y más del país, de su historia y de sus gentes, y
siempre he sostenido que la mejor forma de conocer un lugar es a través de su narrativa. Pero en España era (y es) muy difícil conseguir libros de autores ecuatorianos, de manera que lo poco que
conseguía lo devoraba. El primer título que cayó en mis manos fue Huasipungo, de Jorge Icaza, y me dio lo que le pedía (me enseñó las relaciones de poder en el agro, así como las condiciones de vida de
los distintos grupos que habitan la sierra); luego leí Sueño de Lobos y ocurrió lo mismo (en este caso me mostró la vida en el Quito contemporáneo). Por fin leí Las Pequeñas Estaturas y me encontré con
una historia desubicada en el espacio y en el tiempo, que no me hablaba de lo que yo ansiaba oír. De ahí mi decepción. Ahora ha pasado el tiempo, he leído a más autores ecuatorianos y ya no pido a una
novela las mismas cosas que antes. Ahora quiero una buena historia, bien contada, y unos personajes que me lleguen, que me los pueda creer. Aunque esté ambientada en las Antípodas. Si hoy volviera a
valorar esta obra, teniendo en cuenta lo que es (una fábula sobre la decepción y la tradición a los ideales, una crítica feria a aquellos movimientos de izquierda tan ortodoxos y rígidos que se acaban
convirtiendo en lo que deberían combatir) y no lo que quisiera que fuera, estoy seguro de que subiría la nota.
En fin, basta de justificaciones. Es hora de centrarme en la obra que toca hoy. Para mantener fiel a mis métodos, comenzaré señalando lo que no ha terminado de convencerme. El primer problema de Hoguera Bárbara es su definición. No es un libro de historia ni una biografía, al menos no de un modo aséptico y distanciado del personaje. Creo que si tuviera que encuadrarlo en un género sería una hagiografía, una vida de santos (santo civil, en este caso). Alfredo Pareja nos quiere contar la vida de Eloy Alfaro pero tal y como nos la hubiera contado el protagonista. Me explico. Es una biografía muy concienzuda, que detalla cada una de las etapas del “Viejo Luchador”, desde su infancia en Montecristi hasta su asesinato en Quito. Cuenta sus victorias y también sus derrotas, así como su relación con todos aquellos que fueron importantes en su vida. El autor demuestra el trabajo de investigación y documentación tan exhaustivo sobre el personaje, estudiando la prensa contemporánea y la correspondencia que mantuvo con amigos y enemigos. Volviendo al problema que le veo a esta obra (y es un problema con matices), creo que el autor no toma distancia suficiente
respecto al personaje. Se muestra abiertamente partidario de él.
Antes de que se me tiren a la yugular en los comentarios, diciendome que Alfaro fue el mejor presidente del Ecuador, que modernizó estructuras anquilosadas desde la colonia, que su obra política
perdura en el país cien años después, etc; dejen que me explique, por favor. Yo soy un gran admirador de Alfaro. Estoy de acuerdo en que su figura supone un punto de inflexión en la historia del país, que en pocos años consiguió transformar un estado casi feudal, controlado por caciques, banqueros y obispos, convirtiéndolo en un país con perspectivas de futuro. Dicho de otra forma, yo soy alfarista. Si señalo la falta de imparcialidad en el autor (seré el primero en decir que me estoy contradiciendo, ya que unas líneas más arriba afirmo que mis críticas no son imparciales en absoluto), es porque deshumaniza al personaje. Eloy Alfaro no era un santo, era un ser humano, y estoy seguro de que como tal, tendría sus momentos de mezquindad o de crueldad injustificada. Como todo el mundo. Y esos momentos explicarían algunos de sus actos, por lo que son importantes. Sin embargo en esta obra se evitan. El autor sí muestra errores cometidos por el personaje, pero siempre los justifica por la excesiva virtud de Alfaro en contraposición con la maldad o indolencia de los demás (Pareja no es tan amable con los que rodean al presidente, sobre todo si en algún momento se enfrentan a él). Entiendo que para muchos lectores esto no suponga ningún problema, pero para mí, sí. Cuando un personaje está muy idealizado, sencillamente no me lo creo. Y es una pena la sensación que he tenido al acabar esta obra. Después de leer más de quinientas páginas sobre una figura que me interesa mucho, me
quedo con el regusto de que no la he conocido, de que se me ha escatimado una parte, la más humana. De que se me ha vendido la moto, en definitiva.
Dicho esto, y enviándome ya más desahogado, he de aclarar que esta Hoguera Bárbara me ha hecho disfrutar por muchas razones. Porque me ha hablado de una época fascinante de la historia ecuatoriana, porque está muy bien escrita, con mucha elegancia, porque se detiene mucho en los detalles pero además es ágil en su lectura. Una vez que te engancha no puedes dejarla.
Por todo ello, y a pesar del problema que señalé, no puedo hacer otra cosa que no sea recomendarla vivamente, sobre todo a aquellos interesados en la historia.
 
Puntuación: 75/100